Salomón no conoce los colores, y Jaime comenzó a extrañarlos cuando tenía doce. Las vidas de Jaime y Salomón se mueven de las sombras a las luces: cuando el sol brilla, las sombras les ayudan a orientarse por las calles. Cuando el sol se oculta, nada.
“En el día alcanzo a ver un poquito, y en la noche sólo cuando hay un foco cerca. En la oscuridad no veo nada”, dice Salomón, cuyos ojos empezaron a quedarse sin retina desde que nació.
El sol de los martes y jueves es probablemente el más preciado para Jaime y Salomón, porque son los días en que salen de casa para reunirse en el auditorio municipal de Totolapan, donde ensayan las canciones que algún día habrán de tocar en público, harán que la gente se rinda con aplausos ante ellos.
Toto Tlachea
“La idea del proyecto es sacar adelante a las personas con discapacidad visual”, explica Mario Franco, representante de la asociación civil Amo Tlachea A.C., que brinda apoyo a personas con discapacidad en varias partes del estado.
En octubre pasado, durante una de las campañas de lentes a bajo costo de la asociación civil, Mario expuso a las autoridades de Totolapan la idea de conformar un conjunto musical convocando a las personas con discapacidad de la región. La respuesta fue inmediata.
“No pensábamos recibir el apoyo que hemos tenido incondicionalmente. Aquí no había este tipo de instrumentos, pero el presidente los ha proporcionado. El municipio también se encarga de trasladarlos”, agrega.
La banda de música “Toto Tlachea” está conformada por Jaime Martínez (Cuautla), quien toca el acordeón; Reyes Vázquez (Totolapan), quien toca el huiro; Salomón Martínez (Ayala), quien toca el bajo; y David Flores (Ayala), quien toca la batería.
“Lo que queremos lograr es la integración de la familia, porque es nuestra labora; queremos integrar a todas las personas con discapacidad, y sobre todo a los adultos mayores”, dice Daniela Pérez, presidenta del Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Totolapan.
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De vuelta a la música
Perder la vista debe ser una de las cosas más difíciles a las que puede enfrentarse una persona. Para Reyes, fue perder su trabajo y su afición.
“Yo tocaba el clarinete en una banda, pero cuando me enfermé de la vista ya no me invitaron, me echaron como trapo viejo, porque hay que caminar y pues no, porque necesito ir agarrado de alguien, pero no puedes ir sosteniéndote de alguien y tocando a la vez”, dice, entre el lamento y la resignación.
De 55 años de edad, Reyes comenzó a sufrir desprendimiento de retina hace ocho años, y en sólo tres dejó de ver por completo. De oficio albañil, perder la vista lo imposibilitó a seguir trabajando, por lo que hoy es su esposa quien asume los gastos del hogar.
Pero Reyes es optimista. Aquí, en el auditorio, el optimismo resucita cada martes y cada jueves cuando todos están reunidos.
“Se siente bien, porque después de muchos años volvimos a empezar, a reiniciar, y qué bueno que se acuerden de nosotros”, agrega.