Este 2 de noviembre, panteones como Jardines de la Paz y La Leona en Cuernavaca se llenaron de color con flores, alegría y nostalgia tras la visita a los fieles difuntos.
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En equipo, los integrantes de las familias se encargaron de limpiar y adornar las lápidas de sus seres queridos. Algunos incluso llevaron sillas y comida para pasar una tarde todos reunidos.
“Yo vengo cada año, vienen mis nietos y mi yerno. Venimos a ver a mi hijo que falleció hace tiempo. Ahorita vamos a limpiar y a poner algunas flores”, contó la señora Susana Martínez, quien, junto con su familia, llevó guisados para compartir, recordando con cariño a su hijo Armando, fallecido en 2003.
Aseguró que esta es una de sus épocas del año favoritas, porque con gusto y cariño lo recuerda. Aunque también durante el cumpleaños de Armando asisten, el Día de los Muertos les gusta por lo que significa.
El equipo de El Sol de Cuernavaca también se encontró con Samuel Milla, quien, junto a su esposa e hija, limpiaba la tumba de su padre y sus abuelos. Samuel explicó que ellos prefieren no llevar comida al panteón, solo flores y veladoras.
“La ofrenda se queda en la casa. A mi papá le gustaba el mole de guajolote y el panqué de naranja, obviamente se lo pusimos. Venimos ahorita que hay menos sol, porque sale bien duro”.
Samuel confesó que extraña a su padre todos los días, pero que en estas fechas se siente más cerca de él.
“Es lo bonito de esto, que uno sabe que vienen. Hasta ahorita solo yo de los hijos vine a verlo”.
Después de dejar todo limpio, Samuel y su familia sembraron unas macetas de cempasúchil, y luego se irán a casa a comer, seguros de que su padre los acompaña.
La gente no dejaba de llegar
El cementerio se llenaba poco a poco de más gente. En varias zonas se escuchaba música que las familias ponían para alegrar el momento. Algunos hasta contrataron tríos que andaban de tumba en tumba tocando en vivo.
“Andamos dando la vuelta aquí para ver qué agarramos; nos ha ido bien, gracias a Dios. La que más nos piden es Amor Eterno y Mi Querido Viejo”, dijo Roberto Gómez.
Otros aprovecharon para hacer reparaciones en las tumbas. Se escuchaban martillos y herramientas. En todas las entradas y salidas del panteón, el tráfico se volvía un caos. Aunque el personal de vialidad intentaba mantener el flujo de autos, era complicado circular por la zona.
Conforme avanzaba el día, más personas llegaban con bolsas llenas de flores y otros artículos. Había quienes traían hasta carpas y sombrillas para protegerse del sol durante la visita.
Por todo el lugar, había venta de veladoras, macetas, flores de cempasúchil y otros adornos para quienes querían dejar una ofrenda especial.