Las condiciones para las familias jornaleras son difíciles en especial para las mujeres, quienes no sólo tienen que lidiar con severos problemas económicos, sino también con el machismo, no tener una residencia fija, violencia intrafamiliar o tener que trabajar en el corte de caña por unos cuantos pesos.
En Morelos, más de 600 familias jornaleras trabajan en el corte de caña, persiguiendo sueños y con un sueldo de 42 pesos por tonelada cortada, quienes ven al estado como un sueño.
Cada año, viajan a la entidad a finales de octubre o principios de noviembre, con la meta de poder alcanzar un buen cuarto, encontrar trabajo con alguna asociación cañera, y poder reunir la mayor cantidad de dinero para cuando el empleo se termine.
Luego de que la vara dulce se quema se quema, los jornaleros entran aún con la caña caliente y con sólo un machete comienzan a cortarla, no importa el olor, la hora, el día o si hay quemaduras de por medio, su labor es cortar lo más que puedan para poder ganar la mayor cantidad de dinero.
A decir de Carlos Arias Reyes, dirigente de la Unión Local de Productores de Caña de Casasano (Ulpca) para este periodo de zafra 2019-2020 arribaron al estado más de 600 familias jornaleras, algunas familias son de tres, cuatro, cinco o más integrantes, todos ellos son socorridos por las diferentes asociaciones cañeras.
Un promedio de 400 cortadores fueron traídos de Guerrero en este año, el resto son jornaleros locales, es decir nativos de Guerrero pero por la falta de empleo vinieron a vivir a Morelos.
Por cada tonelada de caña cortada, los jornaleros reciben un pago de 42 pesos, pero si el trabajo está mal hecho, la caña fue mal cortada, o dejaron las cañas muy altas, se les descuenta de cuatro, hasta ocho pesos.
Todas las asociaciones les proveen un cuarto en donde vivir, de dos por dos metros cuadrados, ofrecen escuela rural a los hijos de jornaleros, les prestan un cuarto de cocina y algunos baños, también durante el tiempo de zafra, las familias jornaleras no gastan en gas, agua o energía eléctrica pues son gastos que absorben las asociaciones.
Bajo estas circunstancias la calidad de estas familias no es la mejor, no son de aquí ni de allá, ya que cada años buscan espacio en Morelos para trabajar y cuando llegan a sus comunidades nativas, Guerreo y Puebla, principalmente, llegan a buscar trabajo de lo que encuentren.
Cuando la situación económica empeora o cuando simplemente quieren ganar más, los jornaleros se llevan a sus esposas y a sus hijos a trabajar, al igual que ellos, la esposa y los hijos tienen que entrar a los cañaverales aún calientes a cortar toneladas de caña, no importa si se queman, se cortan, hay animales o la tierra y las cañas siguen humeantes; cuando los niños no pueden trabajar la mujer tiene que cortar caña con su hijo amarrado en la espalda, para poder obtener unos pesos más.
Si se quedan en los albergues, se quedan para preparar la comida y esperar a que lleguen sus esposos para servirles.
Las esposas de los jornaleros además tienen que hacer frente a otro tipos de problemas como el machismo y violencia intrafamiliar. La diferencia de edades en algunas parejas es muy marcada, adolescentes que no estudiaron teniendo hijos de hombres mucho mayores a ellas.
Muchas de estas mujeres no hablan español, pues sólo hablan algunos dialectos, por lo que la comunicación con las demás personas se les complica.
El ser mujer, a veces, es complicado pero para ellas un poco más, algunas se dicen conformes con lo que tienen y argumentan existe cariño con sus esposos, otras sólo bajan la mirada y optan por callar, esperando que algo bueno pueda suceder.