Desde la época precolombina, en México se ha contado con la presencia de un tercer género, los muxes, que definen a una persona nacida con genitales masculinos que asume roles femeninos en cualquiera de los ámbitos sociales; los zapotecas consideraban a los muxes no mejor o peor que los hombres y mujeres, simplemente diferentes.
En la región Zapoteca del Istmo de Tehuantepec en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca se estima la presencia actualmente de tres mil muxes, en una familia tradicional el muxe suele ser considerado por su madre como “el mejor de sus hijos”, ya que el hijo muxe nunca abandona a los padres en los momentos difíciles de la vida; son una verdadera representación de respeto hacia la comunidad LGBT+ en el país.
De acuerdo con información de la misma Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los muxes tienen un papel muy importante en la familia y en las festividades, es una pieza clave en la identidad etnosimbólica de los zapotecos y de sus festividades, han desafiado históricamente el binarismo de género.
Los textos académicos y artículos periodísticos definen que hay dos tipos de muxes, las gunaa y los nguiiu, los primeros son personas que nacieron como hombres pero que se identificaron con la mujer, sienten atracción por hombres y asumen roles femeninos en la sociedad. Por su parte, los nguiiu son aquellos que nacieron como hombres y sienten atracción por otros hombres.
El núcleo de la cultura zapoteca era la unidad familiar organizada en un sistema similar al matriarcado, los hombres se hacían cargo de cazar, cultivar la tierra y tomar decisiones políticas mientras que las mujeres controlaban el comercio y las decisiones económicas; una muxe podía participar en decisiones que por lo general se reservaban para las mujeres de la familia.
La mayoría de los muxes trabajan principalmente como cocineras tejedoras, bordadoras y maquillistas; tanta es la presencia social que tienen en la región que cuentan con su propia festividad, llamada la Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, donde los muxes además de dar un paseo por las calles de Juchitán, acuden a una ceremonia católica caracterizadas por la tradicional vestimenta de la mujer zapoteca.
En el evento no se juzga siendo una clara muestra de que “existe la posibilidad de integrar a la diversidad sexual en la vida cotidiana de la sociedad oaxaqueña”.
A diferencia de lo que ocurre con la comunidad LGBT+ en algunos estados del país, los muxes no sufren discriminación dentro de su comunidad, al ser valorados por sus aportes, dejando de lado el sistema patriarcal; resaltando que en México se puede establecer una sociedad sin tabúes y aceptación.