"A los 16 años mis papás -morelenses muy apegados a la religión- se enteraron que me gustaban las mujeres. Lo primero que hicieron fue decirme que estaba mal visto, que eso no estaba bien y por dos meses enteros me encerraron en mi casa, no podía salir ni ir a la escuela.
La fortaleza y el saber que no tiene nada de malo el que me gusten personas de mí mismo sexo, lograron que hoy en día pueda salir con la cabeza en alto no solo frente a la sociedad sino también frente a mis padres y familia".
Mi nombre es Elena Hernández, soy docente y chef internacional. Desde muy pequeña me di cuenta que me gustaban las mujeres, más que nada porque me gustaba cuidar mucho a mis amigas, me gustaba protegerlas.
Pasé a la secundaria, tenía 13 años y con esa moda de que todos tenían novia o novio, sí tuve un novio, pero no me sentía bien, ya después me di cuenta que sentía algo por una compañera de mi salón y me puse a investigar en Internet qué era lo que sentía. Ahí fue donde conocí la palabra ‘lesbiana’.
Entonces me percaté que tenía los sentimientos, las características que salían y llegué a la deducción de que yo era lesbiana, así me enteré y sí me gustan las mujeres.
Experimenté un rechazo hacia mí misma por miedo a que no me fueran a aceptar mis amigos, mis papás, lo oculté un rato porque se lo confesé a mi amiga y se burló de mí, le dije que sentía mariposas al ver a mi otra compañera y que me daban muchas ganas de estar con ella y creo que me gustaba, ella me contestó que no, que no era así, después de eso preferí quedarme callada.
Cuando entré a la preparatoria descubrí un poco más el sentimiento. Entró una chica a la misma escuela, me llamó la atención, empezamos a platicar y conocernos y me di cuenta que era como yo. Tenía 16 años y fue mi primera relación gay.
Le conté a mis amigos porque mis papás son unas personas muy cerradas -los tipos de papás que tengo son muy difíciles- y nunca les conté nada. Ellos me decían: ‘Si tienes curiosidad dímelo porque eso no está bien’, y eso generaba automáticamente decir ‘No se los puedo contar”.
Un día me fui de pinta porque cumplía un mes con esta chica y compré globos para adornarle el lugar donde siempre nos sentábamos con mis amigos. Mi tía me vio y le dijo a mi mamá. En la salida llegó mi mamá de forma muy violenta y empezó a gritarle a todos mis amigos, y a mi pareja que no se acercará a mí (por cierto esta persona es tres años mayor que yo).
Me subieron al coche y me llevaron a mi casa, en mi casa estaba toda mi familia por parte de mi mamá, cabe mencionar que todos son católicos y cristianos, se sentaron en la mesa y me decían que era incorrecto lo que estaba haciendo. Después de esta reunión fui solamente una semana a la escuela, querían que terminara mi relación, pero yo no quería.
A la semana se enteraron que no había terminado, hablaron a la escuela. Los maestros me vigilaban y les corrieron el chisme que seguía con esta persona, me sacaron de la escuela. No fui dos meses a clases, dos meses que no podía ver a mis amigos, dos meses que me quitaron el celular, no dejaban que nadie me hablará por teléfono, que nadie fuera a visitarme.
Limpias, oraciones y psicólogos
Me llevaron a hacerme limpias, oraciones con cristianos, con sacerdotes, fui con diversos psicólogos, esto fue en dos meses. Me sentía muy mal, me deprimí, no quería hacer nada, estar encerrada en tu casa por una parte está chido, pero por otra parte que tengas a tu familia en tu contra es muy difícil porque sólo te juzgan y están atrás de ti, e incluso ni podía ir al cine porque mandaban a mi hermana y exnovio para vigilarme, siempre estaba vigilada.
Con 16 años salí de mi casa dispuesta a irme a vivir con mi ex novia, fui a pedir ayuda al DIF, pero cuando estaba a punto de irme a vivir a un albergue mi papá lo impidió, regresé a mi casa, volví a terapia con psicólogos hasta que por cuenta propia decidí hacer algo. Me cambiaron de escuela en la preparatoria y ahí fue cuando empecé a rebelarme, era mayor de edad, podía decidir y ellos ya no podían hacer nada.
Tras bajas y altas con mi familia, en especial mis papás, en la actualidad todavía no me aceptan, hasta existe una verdadera desigualdad con el trato hacia mi hermana que es heterosexual, pero yo recomendaría a las personas que están en mi situación que sean fuertes, tengan paciencia, sean valientes e inteligentes porque nunca se va a acabar.
Estoy en una lucha constante con mi familia, la gente es testaruda y aunque sea tu familia nunca te debes esperar nada de nadie, debes tener un gran corazón para tolerar a las personas.
La fortaleza y el saber que no tiene nada de malo gustarme personas de mí mismo sexo, han logrado que hoy en día pueda salir con la cabeza en alto no solo frente a la sociedad sino también frente a mis padres y familia.
Elena Hernández
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