A un año de la pandemia de Covid-19, los lustradores de zapatos ubicados tradicionalmente en el kiosco de Cuernavaca comienzan a observar un ligero incremento en sus ingresos, este es el caso de Constantino Guerrero González, quien tuvo que buscar otros oficios para salir adelante en un momento tan crítico.
Desde hace más de 30 años Constantino Guerrero González, oriundo del estado de Durango, se dedica a lustrar calzado. El señor tuvo sus primeros pininos como boleador mientras cursaba la escuela, saliendo con su cajón para bolear en mano a las calles de su estado para pulir zapatos.
Hace 25 años llego a la ciudad de la eterna Primavera por invitación de sus tíos, donde se ha establecido como aseador de calzado en el zócalo de la ciudad; previo a la pandemia de Covid-19, afirmó, sus ingresos eran muy buenos, al día llegaba a obtener hasta 300 pesos pero ante las restricciones sanitarias hoy apenas llega a sacar cien pesos, teniendo que buscar otros trabajos para sacar adelante a su familia.
Cuando autoridades municipales restringieron el acceso al zócalo, durante el mayor periodo de aislamiento social por la contingencia sanitaria, esto provocó que los lustradores de zapatos situados alrededor del kiosco tuvieran que cerrar, fue así como Constantino Guerrero González decidió buscar otros trabajos, desde guardia de seguridad hasta haciendo la limpieza en departamentos, “por lo menos salía para las tortillas, me iba a barrer a departamentos para ganarme un dinerito porque la gente no salía”.
Por cerca de cinco meses y al ver más movilidad en las calles de Cuernavaca, el famoso “Maromas”, como es conocido, optó por llevar su servicio a sus clientes, recorrió las principales vialidades con el cajón para bolear en mano, recordando sus primero años en este oficio, “me iba hasta el hospital hasta acá para la Luna y andaba navegando pero ya después veía que era muy cansado ir y bajar con el cajón, mejor me establecí en un lugar, me agarré mi punto y llegaba gente que conocía. Salía para las tortillas”.
Al día de hoy, el lustrador de zapatos regresó a su sitio icónico en el corazón de Cuernavaca, pero pese a que Morelos se encuentra en color amarrillo del semáforo epidemiológico, sus ventas, señaló, llegan a alcanzar solo entre cien hasta 150 pesos al día, cuando antes recaudaba 300 a 350 por día. Atribuye este hecho a que muchos de sus clientes siguen sin salir, en ciertos casos los ve pero solo es cuando van a comprar algún medicamento u otra cosa, no como antes que salían a pasear o en su ruta al trabajo o al hogar.
“Por la pandemia he batallado, tengo familia y tengo que salir adelante, seguir aunque sea para rascarle para las tortillas, pagó renta en casa y del negocio una cuota. Uno tiene que estar al tanto de las deudas y se me atrancaron los pagos y estaba muy presionado”.
Para brindarle seguridad a sus clientes, Constantino Guerrero González instaló un plástico en la silla para bolear, respetando así el distanciamiento social pero también evitando cualquier contagio; además de al llegar e irse les ofrece gel antibacterial, utilizando en todo momento el cubrebocas. Si bien esto consideró es una inversión extra, da certeza a sus usuarios de que esta respetando las medidas de seguridad sanitarias.
Los lustradores de calzado mejor conocidos como “boleros” o “limpiabotas”, son una profesión que se remonta a los años 40, es un trabajo tradicional de México.
Hace algunas décadas los hombres lo utilizaban para pulirse los zapatos antes de entrar a bailar, pues aquél que tuviera más brillo, como un espejo, se ganaba el corazón de una mujer.
En la actualidad, se puede encontrar a los lustradores de calzado en el zócalo de la ciudad delante de una estructura de metal cubierta por propaganda. Esta estructura de metal cuenta con una silla, la cual tiene un par de patas de acero para descansar los pies mientras pulen los zapatos, también sus clientes aprovechan la oportunidad para leer uno de los tantos periódicos con los que cuenta el lustrador para ofrecerle a sus clientes.
Constantino Guerrero González logró ser lustrador de zapatos en el zócalo de Cuernavaca preguntando y pidiendo un espacio para tener un trabajo fijo, el cual te puede transportar a la época de oro, viendo a los niños jugar con sus burbujas de jabón, a las parejas tomando un licuado frente al kiosco y a familias enteras pasando el rato en el zócalo y hasta bailando, puesto que anteriormente era un lugar para disfrutar de conciertos, mientras los adultos mayores bailaban danzón en la explanada.
“Espero que cambie pronto esto y ya se esta viendo porque empieza a salir la gente un poquito más, va cambiando, la cosa es tener un poco de fe y calma, todo va a llegar”.
A pesar de ser una persona de mayor edad a Guerrero González no le da miedo contagiarse, al asegurar que su trabajo le da vida, “me sirve de ejercicio, trato de cuidarme, llegando a mi casa me baño y todo para evitar cualquier tipo de contagio pero el trabajo me ha dado vida, me ha hecho fuerte”.
Constantino Guerrero González seguirá al pie del cañón, enfrentando cualquier adversidad con el gusto de saber que ama su oficio. Se encuentra en un horario de lunes a domingo de 7:45 de la mañana a las 18:30 horas en el Jardín Juárez del centro de Cuernavaca, “vengo todos los días porque tengo el compromiso con mi familia”.
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