La creatividad e innovación son procesos dinámicos que generan el desarrollo humano. La capacidad de descubrir, inventar o crear ha conducido –a lo largo de la historia– a solucionar los problemas de la sociedad.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera que ambas, junto con el emprendimiento, pueden proporcionar un nuevo impulso al crecimiento económico, la generación de empleo y a contribuir a la erradicación de la pobreza y el hambre.
En el siglo XXI, tanto a nivel individual como de grupo, la creatividad y la innovación se han convertido en la verdadera riqueza de las naciones, de acuerdo con el Informe sobre la economía creativa “Ampliar los cauces de desarrollo local”, de la UNESCO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Oficina de las Naciones Unidas para la Cooperación Sur-Sur.
Al respecto, Eduardo Urzúa Fernández, director de Emprendimiento Universitario de la Coordinación de Vinculación y Transferencia Tecnológica (CVTT) de la UNAM, afirma que todas las personas tenemos la posibilidad de ser creativos e innovadores; la diferencia radica en cómo canalizamos el esfuerzo para serlo.
Lourival Possani Postay, investigador emérito del Instituto de Biotecnología (IBt) y académico de la UNAM con más patentes registradas, opina que para ser innovador es importante la curiosidad o interés por conocer qué pasa en la naturaleza, por qué y para qué puede servir, pero sobre todo realizar una actividad académica seria y profunda.
El 21 de abril fue designado por la ONU como el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, “para promover el pensamiento creativo multidisciplinar que nos pueda ayudar a conseguir el futuro sostenible que queremos”.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, la mitad de las personas necesitará volver a capacitarse en los próximos cinco años a medida que se afiance la “doble perturbación” de los impactos económicos de la pandemia y la creciente automatización que transforma los empleos. Para el organismo, la creatividad, la originalidad y la iniciativa, así como el pensamiento analítico y la innovación, forman parte de la lista de las 10 principales habilidades laborales del futuro.
Creatividad e innovación
En México estamos creciendo como país innovador, pero nos falta mucho por hacer al respecto. Por ello, ese proceso se debe seguir fomentando a través de la Universidad y los universitarios, considera Eduardo Urzúa.
La CVTT surgió para promover en la comunidad universitaria las experiencias más avanzadas de desarrollos e innovación tecnológica que han generado las entidades académicas de la UNAM, y apoyar su enlace y transferencia con los sectores de la sociedad que los requieran.
En el programa de emprendimiento Innova UNAM de la CVTT “tenemos más de 280 proyectos, de los cuales 118 se han graduado, y de éstos el 90 por ciento sobrevive porque los incentivamos a ser innovadores”. Actualmente está abierta la convocatoria de incubación, subraya el universitario.
Para que cualquier emprendimiento sea exitoso, Urzúa considera que debe ser profesional: dar alta prioridad a la formación teórica y práctica. “Hay personas que desde pequeñas son creativas e innovadoras, pero también hay aquellos que con un gran conocimiento en su materia aprenden a ser creativos e innovadores, mediante procesos de investigación, formación y capacitación”.
Es decir, la innovación y la creatividad se pueden enseñar y aprender. “Es necesario que lo hagamos porque tenemos problemas nuevos frente a nosotros, como el logro de los objetivos del desarrollo sostenible, tales como: agua limpia y saneamiento, trabajo decente y crecimiento económico”.
Además de un modelo de negocios fuerte y validado por los potenciales clientes, el emprendimiento requiere planeación, así como conocer las necesidades de las personas, junto con equipos multidisciplinarios que puedan integrarse de manera satisfactoria en redes empresariales, que faciliten la inserción en el mercado correspondiente.
Eduardo Urzúa señala que en las universidades siempre se ha dado un debate entre la investigación básica y la aplicada. No obstante, para la innovación lo importante es que exista una buena investigación, la cual genere soluciones a la sociedad. En ese sentido, también “los estudiantes, sobre todo de posgrado, se vuelven catalizadores de esta innovación”.
Universitario ejemplar
Lourival Possani –poseedor de 95 patentes registradas, de las cuales 56 han sido aprobadas en diferentes países–, ha dedicado 47 años de trabajo en la Universidad al estudio de los venenos de alacranes. En el mundo hay dos mil 300 especies, de las cuales más de 280 están en México. Relata que comenzaron a colectar los que eran peligrosos y a identificar sus componentes. Al inicio “teníamos una razón médica para eso: queríamos conocer su fisiología y bioquímica, porque en los años 70 y 80 cada año morían alrededor de 700 personas picadas por esos arácnidos mexicanos”.
Para el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes (1995) y del Premio Nacional de Ciencias (2016), la innovación, y en especial las patentes, se relacionan con la actividad académica: “si no hay investigación de punta es muy difícil hacer descubrimientos que puedan ser aplicados. Se necesita un trabajo académico serio, novedoso, que busque descubrir fenómenos que ocurren en la naturaleza; en mi caso, relacionados con la Biología”.
Durante el desarrollo de la investigación, “uno va correlacionando qué otros aspectos pueden estar enlazados con el principal y qué otros productos pueden ser de beneficio para la farmacia, para la agricultura, etcétera. Esa es la filosofía que hemos seguido. La innovación parte de descubrir”.
En los primeros años de trabajo, Possani identificó los componentes de los venenos –más de 100 en cada una de las especies distintas de alacranes– y cuáles funcionaban como toxinas dañinas al humano. Luego, por ingeniería genética se produjeron los componentes tóxicos que, inyectados en ratones, conejos y caballos, generan anticuerpos realmente protectores para la obtención de antivenenos.
Recientemente, el científico y sus colaboradores encontraron un precursor de un antibiótico en el veneno de un alacrán de Veracruz, el cual ha sido sintetizado y probado in vivo contra la bacteria de la tuberculosis.
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