Andrés Millán, luchador de los años 80 en Morelos conocido como “El Pulpo Marino”, regresó a casa durante la celebración de Día de Muertos en el poblado de Ocotepec, luego de que sus familiares prepararon todo para recibirlo con alegría y un poco de nostalgia en su casa en el barrio de Los Ramos.
La casa ubicada en la calle 5 de Mayo se llenó de colores hasta las paredes, pues en la entrada un grupo de jóvenes pintó un mural dedicado a él, mientras que la puerta fue adornada con una portada de flores que solo mirarla alegra el corazón.
Antes de que llegaran los invitados, sus hijas y su esposa ya tenían lista la ofrenda con una botella de tequila y otra de mezcal, botana y hasta cerveza. Pero también con un balero, un trompo de madera y una resortera que Andrés juzgaba de vez en cuando.
Con cojines estaba simulado su cuerpo al tamaño y estatura de “El Pulpo Marino”, incluso con ropa que ellas compraron de acuerdo a los gustos que tenía Andrés antes de partir.
“Mi papá era contratista y en sus ratos libres se dedicaba a la lucha libre, pero llegó a pelear en la Arena Isabel en Cuernavaca, e incluso tuvo algunas contiendas fuera del estado”, recordó Belem Millán con nostalgia.
Y es que Andrés apenas se fue en marzo a causa del Covid-19, así que su regreso en estas fechas conjunta emociones. Pues a ratos sus familiares se mostraban felices por tenerlo de vuelta, pero en ocasiones tristes por que partió de este mundo.
“Si nos duele la ausencia pero ya no es como cuando falleció. El día de hoy es para celebrar, para nosotros en el pueblo de Ocotepec es una tradición muy arraigada que traemos de nuestros abuelos y que se ha repetido de generación en generación. Ya no es luto sino alegría y fiesta porque llegan a convivir con nosotros”, mencionó Belem con voz cortada.
A medio día salieron de la casa hasta la carretera Cuernavaca-Tepoztlán con un retrato enmarcado, ocote y pétalos de cempasúchil que fueron dejando hasta su casa para mostrarle a Andrés el camino de vuelta.
En el recorrido los acompañó una banda de música, mientras uno de sus familiares cargaba una piñata de un luchador, aludiendo al gusto que Andrés le heredó a uno de sus nietos.
Cuando llegaron hasta el altar colocaron el ocote al pie de la ofrenda para que “El Pulpo Marino” pudiera volver en paz, mientras los demás bailaron al ritmo del chinelo entre lágrimas y risas.