Protagonista indudable de los carnavales, el chinelo es un personaje que está impregnado en la mente de todo morelense. Cuando llega la temporada, sus colores y su baile se desbordan en las calles de los pueblos que realizan carnavales. Pero eso es sólo la apariencia de una tradición profunda que ha ido evolucionando a través de las décadas: en sus orígenes, los trajes de chinelo no eran para nada lo que hoy son.
Simples y carentes de belleza, los primeros trajes no podrían competir con los actuales, pero tampoco eran elaborados con ese propósito. Hacia finales del Siglo XIX, el centro del país atravesaba por una etapa de abusos y vejaciones contra la clase obrera que sólo tenía la oportunidad de protestar en ciertas fechas: las del carnaval, temporada en la que los patrones permitían a los obreros hacen su propio carnaval, y en que éstos se entregaban no sólo a la diversión.
En aquel entonces, la gente salía a las calles cubriéndose el rostro con máscaras que emulaban la figura de los terratenientes, que ya por entonces adornaban con largas barbas. Era una forma de mofarse de ellos sin que hubieran consecuencias por hacerlo.
De la protesta a la alegría
En su libro El carnaval en Morelos, de la resistencia a la invención de la tradición, el historiador Armando Josué López Benítez sigue la evolución de lo que inició como un acto de resistencia y que, poco a poco, fue contrayendo las características que hoy lo distinguen: las de una tradición que ya parece imperecedera: los sones emblemáticos de don Brígido Santamaría, los trajes de colores y un mundo detrás en el que habitan las familias y talleres dedicadas a su elaboración.
Tlayacapan, la cuna
De acuerdo con el Archivo Histórico Municipal de Tlayacapan, fue en este pueblo donde tuvo origen el chinelo, un término que se derivaría del náhuatl tzinelohua (movimiento de caderas), según consta en un documento enviado por el presidente municipal de Yautepec al de Tlayacapan en el año 1872. Dicho documento, en el que no se menciona el término, alude a un grupo de personas que en aquel entonces se disponían a formar una cuadrilla para burlarse de "personajes de respetabilidad y con vituperio a la Religión Católica", algo que la autoridad de Yautepec determinó prohibir.
Con mucho que deberle a los Huehuentsin o Garroteros que fueron en sus orígenes, hoy los trajes de chinelo de Tlayacapan, Yautepec y Tepoztlán tienen sellos muy distintos: los primeros unen siempre los colores blanco y azul de una forma muy simple; los segundos son los más coloridos, adornados con figuras tejidas con chaquira y lentejuela; los terceros son negros.
De la sencillez al glamour: el chinelo de Yautepec
Si hubo de los tres pueblos uno que supo llevar el traje de chinelo de una simple vestimenta a una obra compleja en sí misma fue el de Yautepec, donde la elaboración de un traje puede llevar meses de trabajo. En Yautepec, el traje del chinelo se ha convertido en una pieza artesanal de tal nivel que desde hace tiempo las autoridades organizan concursos para premiar las mejores elaboraciones.