Si fuera cierto aquel mito de que al colocar una concha en el oído se escuchan los sonidos del mar, y en lugar de sonidos de mar transmitieran sonidos de cualquier otro lugar, ¿qué escucharíamos en una concha que transmitiera los sonidos de Morelos? Musicalmente hablando, seguramente el son del Chinelo, el emblema por excelencia de un estado en el que las fiestas del carnaval constituyen una de sus mayores riquezas. Pero, ¿ha surgido en Morelos un género musical como tal, desde su raíz y sus instrumentos?
El pianista Jesús Padilla Rojas, quien por años ha tocado dentro y fuera de México, es conclusivo en su respuesta: no. De hecho, el músico, egresado de la Hochschule für Musik de Alemania, afirma que la música folclórica, no sólo de Morelos sino de todo el país, no tiene influencia alguna de la música prehispánica, aquella que nuestros antepasados tocaban antes de la llegada de instrumentos europeos:
Hay gente que piensa que la música prehispánica fue fundamental en el desarrollo del folclor, pero oh decepción, su influjo es bastante limitado. Con sólo saber que esa música constaba sólo de melodía y ritmo, éste bastante primitivo. La armonía era desconocida. Toda inflexión melódica y todo acompañamiento de acordes es español en un cien por ciento. Lo interesante, en todo caso, está en cómo fue absorbida la música que llegó.
El son del chinelo
Con el paso de los años, la música que acompaña al tradicional Brinco del Chinelo se ha convertido en un rasgo característico de los pueblos de Morelos, donde estos sones, tocados por una banda de viento en compases de seis octavos o dos cuartos, acompaña a los característicos personajes burlescos por las calles prácticamente en toda fiesta patronal.
Para entender los componentes de los sones del chinelo hay que partir de aquel ente que le da vida: la banda de viento.
La banda de viento
En México, las bandas de viento son ensambles musicales en los que se ejecutan, como lo indica su nombre, instrumentos de viento, en su mayoría metales y percusión. Su historia data de mediados del siglo XIX, con la llegada de instrumentos de metal de pistones, cuando las comunidades trataron de imitar a las bandas militares. A pesar del origen que comparten estas bandas, en cada territorio existe un tipo distinto. En Morelos, una de las de mayor reconocimiento a nivel nacional e internacional es la Banda Brígido Santamaría, radicada en Tlayacapan, a cuyo fundador se le atribuye la composición de los sones que hasta la fecha siguen ensalzando el brinco del chinelo durante los carnavales.
El corrido suriano
Uno de los elementos fundamentales de la cultura tradicional de los pueblos de Morelos es el “corrido suriano”, un género musical surgido en el siglo XIX que llegó a extenderse por toda el área sur del país, y que tuvo su mayor auge en la época de la Revolución Mexicana, gracias a los músicos que, con sus fieles bajo quintos, contaron las hazañas y episodios del movimiento que encabezó Emiliano Zapata.
De acuerdo con Andrés Rubio, uno de los músicos que sigue conservando y enseñando a las nuevas generaciones la forma de tocar y cantar corridos surianos, lo que distingue a este género musical es la singularidad de su forma:
“Tiene una complejidad de la que otras músicas de México carecen, que es la forma en que está escrito; tiene un contenido poético muy rico, tanto en palabras como en estructura. Yo considero que es uno de los géneros más ricos dentro de la poesía lírica”, afirma Andrés, habitante del municipio de Yautepec.
Las nuevas generaciones
Con el trabajo de jóvenes como Andrés, el corrido suriano está encontrando una segunda oportunidad entre las nuevas generaciones de morelenses, gracias a los talleres que se han empezado a impartir en lugares como Oacalco, donde él y su familia dan clases a varios niños en el centro cultural “El dichoso lugar”.