El sufrimiento que provocó a la humanidad entera el año que terminó, deja a los morelenses mucho dolor, pero también un enorme aprendizaje. Revalorar a quienes mantuvieron funcionando al estado con su labor diaria, que dábamos por hecha en las condiciones de normalidad hoy extintas es una de las partes fundamentales de las enseñanzas que nos dejó la pandemia.
No es un exceso identificarlos como heroínas y héroes en el sentido estricto de la palabra, no sólo realizan acciones abnegadas en beneficio de la causa más noble de la especie -que es la propia humanidad-, van mucho más allá al actuar de manera arriesgada y valerosa y son justamente esas acciones las que los hacen destacar, trascender, distinguirse. Con ello, lograron dos de las seis acepciones que la Real Academia de la Lengua Española ofrece al sustantivo héroe-heroína, precisamente las dos definiciones que no corresponden a la mitología o la literatura.
Médicos, enfermeras y personal de salud
Los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud vieron su vida transformarse desde finales de febrero, cuando las primeras noticias sobre el Covid-19 causaron la alerta en las comunidades médica y científica de todo el mundo. Sin grandes certezas sobre el peligro que representaba el virus, pero tampoco sobre las políticas de salud y la dotación de medicamentos ni de equipos de protección, enfrentaron desde el 19 de marzo (cuando se reportaron los dos primeros casos de la enfermedad) una pandemia que hasta el 30 de diciembre, había crecido hasta infectar a 9 mil 365 morelenses, de los que habían muerto mil 631.
En efecto, el personal de salud de Morelos ha visto una de las tasas de letalidad más altas del país, que oscila entre 17 y 21 por ciento. El virus ha infectado a 455 médicos, 629 enfermeras, y 316 trabajadores diversos del sector; provocando 45 defunciones hasta el 30 de diciembre. Pese a esas cifras y los problemas inherentes a políticas de salud que limitan mucho su accionar, los médicos, enfermeras y los trabajadores de apoyo en el sector salud han mantenido los hospitales, clínicas y centros de salud funcionando.
Maestros, estudiantes y padres de familia
Como protocolo sanitario, el sector educativo se fue de puente largo el 19 de marzo, y ya no volvieron. La pandemia obligó a cerrar los planteles educativos para evitar una propagación aún más rápida de contagios. Lo que en un principio parecía a las autoridades educativas, el magisterio y los padres de familia, sólo una interrupción momentánea, se convertiría muy rápido en una transformación urgente y forzada.
Fue hasta el 15 de abril que el gobierno federal anunció el protocolo de clases a distancia, que iniciarían cinco días después. Los maestros, hicieron enormes esfuerzos para adquirir o actualizar equipos de cómputo que les permitieran ofrecer clases en línea. Los padres de familia también fueron a las tiendas para adquirir smartphones, tabletas o computadoras… los que pudieron, alrededor del 40 por ciento de los estudiantes en Morelos aún no pueden reunir las condiciones mínimas para tomar clases en línea, lo que ha supuesto un problema mayor de adaptación de ellos mismos, de sus maestros y de sus padres, que a duras penas han sobrellevado el ciclo escolar más anormal del que se tenga memoria. La fuerza de voluntad y la creatividad del magisterio, los padres y los alumnos, los hacen trascender la normalidad.
Carteros y mensajeros
En el confinamiento, los servicios de mensajería han servido para mantener viva la actividad económica. El cierre de tiendas departamentales, y la restricción en el acceso a supermercados, generó una revitalización de la mensajería. Las entregas de mercancías de todo tipo, muebles, regalos, ropa, abarrotes y perecederos, medicinas, y otras muchas tuvieron también que refinarse. La sanitización de las unidades y los paquetes es frecuente, las entregas se hacen con cubrebocas y mascarillas y se ha omitido, en la mayoría de los casos, la necesidad de una firma al recibir el titular los paquetes.
Si bien la indisciplina de muchos morelenses que mantienen una alta afluencia en tiendas continúa, el servicio de entregas a domicilio ha crecido en por lo menos un 30 por ciento de acuerdo con las propias empresas de paquetería.
Cocineros y repartidores de alimentos
El hambre es canija, dicen, y para enfrentarla, quienes preparan alimentos también debieron actualizarse para sobrevivir, pero también para ofrecer desayunos, comidas, cenas y hasta antojos a quienes se mantienen en un disciplinado confinamiento desde marzo.
Clasificada como actividad esencial pero sólo en su modalidad para llevar, la industria de los alimentos preparados ha mantenido a duras penas su funcionamiento. Con una de las tasas de despido más altas en la pandemia, superior al 60%, los restaurantes, fondas, cafeterías, merenderos, han sufrido especialmente durante la pandemia, pero han logrado adaptarse y sobrevivir estableciendo profundas transformaciones, desde una fortalecida higiene en la preparación y el maneje de los productos, hasta nuevas formas de comercialización, facilitadas por los servicios de entrega que han crecido su actividad en más de 200 por ciento los últimos nueve meses.
Choferes del servicio público y de carga
Detenida hasta en un 70% la necesidad de movilidad en el estado, la economía y en general todas las relaciones humanas tenían que seguir funcionando. Los más de 300 mil viajes que las unidades tenían diarios se redujeron en frecuencia y número de pasajeros. Más de cinco mil unidades de pasajeros, entre colectivos, autobuses y taxis, y por lo menos un millar de transportistas de carga, se mantuvieron rodando incluso a pesar del riesgo para sus conductores.
El gobierno del estado inició operativos de sanitización y protocolos de revisión del transporte público desde marzo, pero fue hasta meses después cuando determinó la obligatoriedad del uso del cubrebocas en los pasajeros, lo que pudo haber originado muchos contagios entre usuarios y choferes. Aunque aún hay aglomeraciones provocadas por los usuarios y permitidas por los conductores, la mayoría de los transportistas se ajustan a los protocolos sanitarios y hoy la vaporización de unidades, el gel antibacterial y la exigencia de cubrebocas se han vuelto práctica común.
Comerciantes de artículos de primera necesidad
El comercio de abarrotes y materias primas para alimentos también ha sido afectado por la pandemia. Si bien las ventas han seguido por la necesidad de esos productos que la gente tiene, el cierre de actividades, el confinamiento, y la crisis económica que ha acompañado a la sanitaria casi desde los primeros días, han significado profundas transformaciones en la forma de recibir, exhibir y comercializar los productos.
Responsables de módulos de recepción
Antes no existían, pero hoy son vitales para evitar la propagación de contagios. Se les ve armados únicamente con un termómetro electrónico que funciona a distancia, son responsables de ver que la gente moje sus zapatos en líquido sanitizante, se unte gel antibacterial en las manos y no pase al lugar si presenta fiebre o no utiliza adecuadamente el cubrebocas. Los módulos de recepción habilitados en miles de edificios públicos, tiendas, supermercados, plazas comerciales, mercados públicos, han servido para evitar un incremento mayor de contagios.
Personal de protección civil y Guardia Nacional
Son quienes han resguardado el confinamiento. No con el éxito que la mayoría quisiera, porque la movilidad sigue siendo alta en las ciudades del estado, pero se han dedicado, además de sus funciones comunes, a la tarea de recorrer las ciudades para llamar a la gente a respetar las medidas sanitarias. Las brigadas que el gobierno estatal, los Ayuntamientos y los agentes de Protección Civil (estatal y municipal) y Guardia Nacional, en coordinación o por separado, para hacer conciencia en muy grandes sectores de la población cuya ignorancia de los protocolos sanitarios ha contribuido a elevar el número de casos a niveles de espanto en el estado.
Periodistas y comunicadores
La labor de informar no se detiene. Son los periodistas y los comunicadores quienes han mantenido el flujo de información vital a la población poniendo en riesgo sus vidas. Al inicio de este año, por lo menos cinco reporteros, locutores o trabajadores de unidades de comunicación social, habían muerto por la pandemia. Aún con ello, y con reforzadas medidas sanitarias, la información no ha dejado de fluir un solo día.
Productores agropecuarios
Aunque el campo es un lugar abierto y por lo mismo el riesgo de contagio es menor, los trabajadores agropecuarios han sufrido la pandemia de otro modo. Los flujos de distribución de sus productos se han cortado y esa ruptura en el ciclo económico de los productos básicos la obligado a muchos a la comercialización directa para subsistir, lo que les coloca en situación de riesgo. Ellos merecen también nuestro reconocimiento porque a pesar del reto de la pandemia la producción de alimentos no ha cesado y se pudo mantener básicamente en los mismos niveles que el 2019.