[Especial] Veneno de alacrán, un aliado de la salud

Una empresa mexicana ha desarrollado aplicaciones tópicas para infecciones dérmicas, así como padecimientos como el pie diabético

Susana Paredes | El Sol de Cuernavaca

  · sábado 12 de diciembre de 2020

En el Instituto de Biotecnología trabajan con venenos de animales ponzoñosos, siendo los alacranes los más estudiados / Fotos: Haidee Galicia | El Sol de Cuernavaca

De 2009 al 2019 el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos informó a El Sol de Cuernavaca en la nota Morelos, tierra de inventores, que el número de patentes registradas ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) eran 376, de las cuales un 80 por ciento provenían de universidades.

Un claro ejemplo es el Instituto de Biotecnología (IBt) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ubicado en Cuernavaca, Morelos, que en 2019 obtuvo cuatro nuevas patentes en México, una en Estados Unidos y otra en China, reafirmando su posición como la entidad de la Máxima Casa de Estudios del país con el mayor número de estos registros.

De acuerdo a información de la Gaceta UNAM, el IBt cuenta ya con un centenar de patentes entre nacionales y extranjeras, algunas de estas patentes fueron licenciadas ya a empresas.

En el Instituto de Biotecnología trabajan con venenos de animales ponzoñosos, siendo los alacranes los más estudiados, no solo para obtener antivenenos sino también para curar otro tipo de enfermedades. Los investigadores Gerardo Corzo y Lourival Possani lograron obtener en 2016 tres de las seis patentes concedidas a la UNAM, con invenciones del Instituto.

La revista Biotecnología en Movimiento de la UNAM, en su artículo seis, nuevas patentes para el Instituto de Biotecnología (IBt), señala que los venenos de alacranes suelen tener una connotación negativa, ya que un amplio número de personas son envenenadas tras ser picados por alacranes.

En este caso, la patente mexicana con número 339085, obtenida por Lourival Possani (Investigador Emérito de la UNAM y dos veces Premio Nacional de Ciencias: 1996 categoría científica y 2016 categoría tecnológica) junto con el Técnico Académico, Timoteo Olamendi y la postdoctorante, Blanca Inés García, se enfocó en el uso de péptidos recombinantes (cadenas cortas de aminoácidos, producidas en bacterias modificadas genéticamente) de la toxina Pg8 (la principal toxina del alacrán Parabuthus granulatus, originario de Sudáfrica), para generar, en animales (particularmente caballos), anticuerpos en contra de dicha toxina y que, una vez procesados, resultan ser eficaces antivenenos para tratar el envenenamiento por el piquete de tales arácnidos.

En su patente, los inventores describen el trabajo desde la secuenciación de la toxina nativa (aislada del veneno del alacrán), la clonación del gen correspondiente que codifica para dicha toxina, su transformación en la bacteria Escherichia coli y su producción en forma recombinante por fermentación sumergida usando esa bacteria. Asimismo, divulgan cómo la toxina así producida es purificada e inoculada en mamíferos (ratones a título ilustrativo) que a su vez producen anticuerpos neutralizantes de dicha proteína, para lo que se purifican tales anticuerpos a partir de la sangre de los ratones. Estos mismos resultados se pueden extrapolar a caballos en lugar de ratones, con lo que se estaría en posibilidad de producir el antiveneno a escala comercial.

Esta patente ha sido transferida para su explotación comercial a una empresa mexicana. Con esta transferencia, se pone a disposición de la sociedad (sudafricana en este caso) una solución a su problema de alacranismo.

Otra connotación de los venenos de alacranes y de otros animales ponzoñosos es que entre sus componentes suele haber sustancias con una potencial de utilidad médica. El veneno del alacrán mexicano Centruroides suffussus suffussus posee un péptido que resultó tener actividad antibiótica eficaz contra cepas microbianas resistentes a múltiples agentes patógenos causantes de infecciones del tracto digestivo, tracto respiratorio y de la piel.

En su patente mexicana No. 343126, Gerardo Corzo junto con Lourival Possani, apoyados por los entonces estudiantes Francia García y Elba Villegas, muestran el trabajo desde la secuenciación de la toxina nativa (aislada y purificada del veneno del alacrán) hasta la síntesis química. Divulgan las evidencias de su actividad antibiótica in vitro contra cepas de las bacterias resistentes ya mencionadas.

Esta patente ha sido transferida a una empresa mexicana para su explotación comercial en aplicaciones tópicas para tratar infecciones dérmicas, así como padecimientos como el pie diabético, que en un país como México, donde alrededor de ocho millones 600 mil personas padecen diabetes mellitus –según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)- traería grandes beneficios.

Se deja en claro que el Instituto de Biotecnología es conocido como uno de los consorcios de investigación más productivos a nivel nacional.