Como cada mañana desde hace ya casi 730 días desde su último empleo formal, Francisco Salgado de 33 años llega a la banqueta del Hospital Regional del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el cual se ubica sobre la avenida Plan de Ayala, como ya es usual, con su escoba lista, un pequeño recipiente para reunir un poco de dinero y una cartulina en la que informa de su labor pues su problema neurológico poco le permite comunicarse verbalmente.
Ha hecho de su labor de barrer toda la banqueta su fuente de ingresos, pues asegura que además de padecer ataques epilépticos, carece de estudios más allá del saber leer y escribir pues desde pequeño no pudo tener acceso a la educación complementaria.
“Hago esto por dos razones, en primera porque no tengo trabajo, y la segunda es que me han cerrado las puertas empresas en las que he trabajado que es de seguridad privada por falta de estudios, he ido a Sedesol a buscar algún programa, pero no me han ayudado y por eso mejor barro la calle”.
A sus 33 años Francisco forma parte de los 2.5 millones de mexicanos que, desocupadas o desempleadas, según las cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información (INEGI), reportada en el último trimestre del 2020.
Terminando de barrer junta la basura en pequeños montones, para luego recogerla.
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