Hugo Cervantes Osorio es un relojero que aprendió este oficio gracias a sus padres, esta actividad le permitió crecer económicamente y ayudar a su familia. Dentro de su linaje, ya no hay nadie con el deseo de aprender el mismo oficio, por eso, él es el último relojero de la familia Cervantes.
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“Me traía mi padre tenía yo entre 13 y 15 años más o menos, también aprendieron mis hermanos pero ya fallecieron y ahora solo quedo yo”, contó.
Empezó a trabajar hace más de 50 años y actualmente rebasa los 60 años de edad, el local en donde trabaja fue de padre y está ubicado sobre la calle No reelección en el Centro de Cuernavaca, la fachada es de color blanco y con letras rojas se lee “se reparan relojes”.
A su parecer, con la llegada de la era digital, los relojes tradicionales han sido sustituidos por los celulares y los nuevos modelos de relojes inteligentes, “también la inseguridad hizo que la gente dejara de usar relojes”, agregó.
A pesar de que las nuevas generaciones prefieren lo último en tecnología, aún se acercan a pedir alguna asesoría, cambios de baterías y ajustes de correa.
El señor Hugo Cervantes se dijo orgulloso de ejercer este oficio que representa un vinculo de unión entre su padre y sus hermanos, y que hoy en día, ha evolucionado y le permite aprender nuevas técnicas.
Por último, invitó a los interesados a acudir a su establecimiento en caso de que su accesorio presente alguna falla, entre sus trabajos más comunes está el cambio de pila, el ajuste de correa, y la reparación de piezas, ninguna de estas actividades le toma más de diez minutos, “A muchos ya les sé, no tengo que ver lo que estoy haciendo, llevo toda la vida haciéndolo y así seguiré”, concluyó.
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