/ lunes 24 de abril de 2017

“Invisibles” para la mayoría, hacen de la calle su espacio y su mundo

En la ley, las personas en situación de calle,conocidas también como indigentes, no existen, pero en la calleson parte del paisaje urbano.

En Cuernavaca y la zona Metropolitana hay al menos 10de estos personajes que han hecho de la vía pública su espacio ysu mundo.

Son muchas las historias detrás de ellos. Algunospor alcohólicos fueron olvidados por su familia, otros por drogaso hay a quienes por su discapacidad los aventaron a la calle. Esdifícil entablar diálogo con ellos pues son agresivos,desvarían, se dicen perseguidos políticos o se quedancallados.

Dejó a su familia por voluntad propia Sobre avenidaMorelos, en las inmediaciones de la tienda Bodega Aurrera, se ubicaMauricio, quien tiene alrededor de 60 años de edad. Cuando hablaes coherente y explica que abandonó a su familia porque él asílo quiso. Se quedó sin trabajo y se hundió en el alcohol.

Es consciente de lo que dice. Además no acepta fotosni que lo graben. Confiesa que se acostumbró a ese estilo de viday no le gustaría entrar a un albergue. Pero en su bolsa llevavíveres y acepta que algunas personas del Gobierno se losregalaron. No recuerda bien, pero narra que es originario deMorelos. No abunda más y se retira.

Vivir en la calle, su gusto Nancy Cigala hace lasveces de acompañante de Mauricio. Se le puede ver por avenidaMorelos y en el centro de Cuernavaca. Cuenta que es originaria deZacatecas pero no sabe explicar por qué o cómo es que llegó aMorelos. Incluso desconoce si Cigala es su verdadero apellido.

Con palabras entrecortadas rememora que su familia lacorrió de casa. Dice que tiene un hijo en los Estados Unidos queha querido regresar pero no ha podido. No precisa la edad de ésteni su ubicación. Sus recuerdos son vagos y conscientes porinstantes.

Las personas que la conocen señalan que en lacolonia Carolina le “prestan” un cuarto para vivir, pero a ellano le gusta estar ahí y prefiere salir. Vive algunos meses en lacalle y entonces regresa.

Ella ha estado varias ocasiones en el centro deDesarrollo Integral de la Familia (DIF) de Cuernavaca, donde le danropa y despensa. Incluso tiene un dispositivo para evitar que seembarace a sus 35 años, pues a veces se prostituye.

Entre botellas de plástico y caridad María y Pedro,de unos 70 años, según un cálculo de ellos mismos, ocupan unespacio en la iglesia del Calvario. Desde hace más de un añollegaron a Cuernavaca.

No aceptan decir más. Sólo refieren que tienen unacasa en la Carolina pero que les gusta pasar el tiempo en la calle.Aunque tienen familia en Santiago Tianguistenco, en el Estado deMéxico, no les interesa regresar con ellos.

Ganan un poco de dinero con la venta del PET querecolectan ocasionalmente, además, los comerciantes de losalrededores les apoyan con comida. Irse a vivir a un albergue noestá en sus planes.

Los que se niegan a recibir apoyo del Gobierno JoséReséndiz, de 65 años, pasa el tiempo en la glorieta de bulevarJuárez. Los oficiales de Tránsito indican que muchasinstituciones lo han visitado para llevárselo pero éste no aceptadejar la calle.

Asegura que se encuentra en esas condiciones porgusto propio. Al tratar de hacerle la plática reacciona y aseguraser un perseguido político y que por eso se esconde. En cadapregunta sobre sus familiares da un nombre distinto y unadirección diferente.

Armando ha encontrado refugio en los alrededores delparque de beisbol y panteón de La Leona. Vive de la caridad de loscomerciantes. No tiene pies y por eso se traslada en una silla deruedas maltratada y en mal estado.

Recuerda que primero perdió un pie y luego el otroderivado de la diabetes que no se trata.

En lo poco que dice indica que es de Jiutepec y sufamilia ahí vive, pero no quiere tener contacto con ellos. Paraél la calle es mejor que estar encerrado entre cuatro paredes.

La señora Rosalba, de unos 55 años, ocasionalmenteestá en el hospital Parres. Comenta, a cualquiera que se leacerca, que espera a un familiar. Que van a ir por ella. Su ropaestá sucia y su aspecto desaliñado.

Al querer abordarla se molesta, incluso cuando se letrató de ofrecer algo de comer se puso agresiva. No aceptaconversar con nadie.

Iván es un joven que por las drogas fue olvidado porsu familia. Su adicción aumentó cuando tuvo un accidente en losjuegos mecánicos de Chipitlán, donde era ayudante, pues sufrióun golpe en la cabeza y afectó sus facultades mentales.

Su familia no se quiso hacer cargo de él, sobre todopor su adicción. Hoy deambula por los alrededores de la glorietadel Niño Artillero, en la colonia Las Palmas.

Y hay mucho más Aunque hay otros personajes que hansido vistos y que por su aspecto revelan su condición de calle, nofueron ubicados. Las personas comentan de un señor en silla deruedas que es ayudado por otro y pide dinero en el centro deCuernavaca.

Del mismo modo, refieren de un hombre agresivo deaproximadamente 90 años en Plaza de Armas y algunos otros que sonubicados en el mercado Adolfo López Mateos y Plan de Ayala, perodebido a que cambian de lugar tampoco fueron encontrados.

Aunque por su aspecto la gente les rehúye, muchos deellos no están enfermos, algunos sólo decidieron que esa era lamejor manera de vivir o para alejarse de su ámbito familiar.

Ya sea por las condiciones en las que viven o pordescuido, casi todos han ido perdiendo el razonamiento pero no lasganas de vivir.

En la ley, las personas en situación de calle,conocidas también como indigentes, no existen, pero en la calleson parte del paisaje urbano.

En Cuernavaca y la zona Metropolitana hay al menos 10de estos personajes que han hecho de la vía pública su espacio ysu mundo.

Son muchas las historias detrás de ellos. Algunospor alcohólicos fueron olvidados por su familia, otros por drogaso hay a quienes por su discapacidad los aventaron a la calle. Esdifícil entablar diálogo con ellos pues son agresivos,desvarían, se dicen perseguidos políticos o se quedancallados.

Dejó a su familia por voluntad propia Sobre avenidaMorelos, en las inmediaciones de la tienda Bodega Aurrera, se ubicaMauricio, quien tiene alrededor de 60 años de edad. Cuando hablaes coherente y explica que abandonó a su familia porque él asílo quiso. Se quedó sin trabajo y se hundió en el alcohol.

Es consciente de lo que dice. Además no acepta fotosni que lo graben. Confiesa que se acostumbró a ese estilo de viday no le gustaría entrar a un albergue. Pero en su bolsa llevavíveres y acepta que algunas personas del Gobierno se losregalaron. No recuerda bien, pero narra que es originario deMorelos. No abunda más y se retira.

Vivir en la calle, su gusto Nancy Cigala hace lasveces de acompañante de Mauricio. Se le puede ver por avenidaMorelos y en el centro de Cuernavaca. Cuenta que es originaria deZacatecas pero no sabe explicar por qué o cómo es que llegó aMorelos. Incluso desconoce si Cigala es su verdadero apellido.

Con palabras entrecortadas rememora que su familia lacorrió de casa. Dice que tiene un hijo en los Estados Unidos queha querido regresar pero no ha podido. No precisa la edad de ésteni su ubicación. Sus recuerdos son vagos y conscientes porinstantes.

Las personas que la conocen señalan que en lacolonia Carolina le “prestan” un cuarto para vivir, pero a ellano le gusta estar ahí y prefiere salir. Vive algunos meses en lacalle y entonces regresa.

Ella ha estado varias ocasiones en el centro deDesarrollo Integral de la Familia (DIF) de Cuernavaca, donde le danropa y despensa. Incluso tiene un dispositivo para evitar que seembarace a sus 35 años, pues a veces se prostituye.

Entre botellas de plástico y caridad María y Pedro,de unos 70 años, según un cálculo de ellos mismos, ocupan unespacio en la iglesia del Calvario. Desde hace más de un añollegaron a Cuernavaca.

No aceptan decir más. Sólo refieren que tienen unacasa en la Carolina pero que les gusta pasar el tiempo en la calle.Aunque tienen familia en Santiago Tianguistenco, en el Estado deMéxico, no les interesa regresar con ellos.

Ganan un poco de dinero con la venta del PET querecolectan ocasionalmente, además, los comerciantes de losalrededores les apoyan con comida. Irse a vivir a un albergue noestá en sus planes.

Los que se niegan a recibir apoyo del Gobierno JoséReséndiz, de 65 años, pasa el tiempo en la glorieta de bulevarJuárez. Los oficiales de Tránsito indican que muchasinstituciones lo han visitado para llevárselo pero éste no aceptadejar la calle.

Asegura que se encuentra en esas condiciones porgusto propio. Al tratar de hacerle la plática reacciona y aseguraser un perseguido político y que por eso se esconde. En cadapregunta sobre sus familiares da un nombre distinto y unadirección diferente.

Armando ha encontrado refugio en los alrededores delparque de beisbol y panteón de La Leona. Vive de la caridad de loscomerciantes. No tiene pies y por eso se traslada en una silla deruedas maltratada y en mal estado.

Recuerda que primero perdió un pie y luego el otroderivado de la diabetes que no se trata.

En lo poco que dice indica que es de Jiutepec y sufamilia ahí vive, pero no quiere tener contacto con ellos. Paraél la calle es mejor que estar encerrado entre cuatro paredes.

La señora Rosalba, de unos 55 años, ocasionalmenteestá en el hospital Parres. Comenta, a cualquiera que se leacerca, que espera a un familiar. Que van a ir por ella. Su ropaestá sucia y su aspecto desaliñado.

Al querer abordarla se molesta, incluso cuando se letrató de ofrecer algo de comer se puso agresiva. No aceptaconversar con nadie.

Iván es un joven que por las drogas fue olvidado porsu familia. Su adicción aumentó cuando tuvo un accidente en losjuegos mecánicos de Chipitlán, donde era ayudante, pues sufrióun golpe en la cabeza y afectó sus facultades mentales.

Su familia no se quiso hacer cargo de él, sobre todopor su adicción. Hoy deambula por los alrededores de la glorietadel Niño Artillero, en la colonia Las Palmas.

Y hay mucho más Aunque hay otros personajes que hansido vistos y que por su aspecto revelan su condición de calle, nofueron ubicados. Las personas comentan de un señor en silla deruedas que es ayudado por otro y pide dinero en el centro deCuernavaca.

Del mismo modo, refieren de un hombre agresivo deaproximadamente 90 años en Plaza de Armas y algunos otros que sonubicados en el mercado Adolfo López Mateos y Plan de Ayala, perodebido a que cambian de lugar tampoco fueron encontrados.

Aunque por su aspecto la gente les rehúye, muchos deellos no están enfermos, algunos sólo decidieron que esa era lamejor manera de vivir o para alejarse de su ámbito familiar.

Ya sea por las condiciones en las que viven o pordescuido, casi todos han ido perdiendo el razonamiento pero no lasganas de vivir.

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