A pesar del trágico accidente aéreo del sábado, este domingo se registró gran demanda de servicios de paracaidismo en las dos empresas ubicadas muy cerca al mar de Morelos, desde personas que fueron a hacer sus prácticas, y quienes por primera vez realizan esta actividad considerada como un deporte extremo.
Llegamos tres periodistas al aeródromo del club Skydave, como simples turistas, ya que nos habían negado la entrevista vía telefónica, por lo que decidimos entrar como simples espectadores, y sentarnos a tomar un café mientras empezaban las actividades de paracaidismo.
Una veintena de personas estaban en el área de capacitación y hablaban de hacer una dinámica de figuras aéreas, otros se registraban para llevar a cabo su primer salto.
Y mientras a unos firmaban los documentos y responsivas correspondientes, a las 10 de la mañana los primeros subieron a la avioneta N1922S, que despegó minutos después, y a las 10:30, como puntos negros empezaron a aparecer los paracaidistas.
La mezcla de emociones encontradas, sobre saltos desde la tierra con los gritos de los espectadores elevan la adrenalina, especialmente al ver como a unos los sacude el viento, y les cuesta trabajo controlar la caída; sólo dos logran caer en la pista de aterrizaje marcada en el campo con una bandera blanca que se mueve en la dirección del viento como la veleta metálica que a mis espaldas gira de acuerdo con la velocidad y dirección de los vientos.
En solo dos horas de la fresca mañana de este domingo, nos tocó apreciar la dinámica actividad que se desarrolla en torno a los saltos de paracaídas. El primero fue de práctica, donde cerca de veinte jóvenes saltaron solos, se esperaba que se apreciara algunas figuras, pero a la altura en que se hizo no se pudo ver nada. El descenso de los paracaidistas en diferentes tiempos nos dejó claro que no hubo figuras.
El segundo vuelo fue de turistas, la mayoría que por primera vez saltaron, cada uno acompañado de un instructor, la primera en descender fue una mujer de 45 años, pudimos apreciar que el aterrizaje lo hacen casi sentados, arrastran los pies y quedan prácticamente acostados boca arriba, nos pareció que se había desmayado, porque no se enderezaba, sin embargo la vimos ponerse de pie con el apoyo del instructor. Minutos antes compartió que el año pasado su hijo de 18 años salto y se contagió de la emoción que vivió, aunque cuando estaba a punto de saltar reconoció que lloró de miedo, estaba lista para vivirlo en carne propia.
Otros prefieren vivir esta experiencia desde el simulador Tornado donde no tienen que saltar, pueden volar con la presión del aire que inyecta en un tubo. Estuvimos hasta las 11 de la mañana, y no vimos actividades de ultraligeros.
Cerca del medio día, nos acercamos a Albatros en el otro extremo del lago de Tequesquitengo, pudimos apreciar que las actividades se desarrollaron sin contratiempos, con los vuelos de paracaidismo programados y de avionetas y ultraligeros que aprovechan en el último fin de semana de las vacaciones de invierno.
Los costos varían dependiendo de la altitud a 13 mil pies, en mil 600 pesos, hasta los 2 mil 300 pesos, a 17 mil pies de altura, con 45 segundos de caída libre en Skydive.