Ante un caso de violencia familiar, es muy común que la sociedad alrededor juzgue a las personas, especialmente a las mujeres, que la sufren. De alguna manera, la frustración que vive la familia, los amigos o conocidos de una persona agredida hacen que se pregunten: ¿Cuánto es capaz de soportar una mujer antes de pedir ayuda a un familiar o especialista, o acudir a la Fiscalía del Estado a denunciar? ¿Por qué lo aguanta? ¿Por qué no habla? ¿Por qué no lo denuncia?
Las respuestas son múltiples. Muchas veces tiene que ver el temor a represalias, la desconfianza con las autoridades, pese a que cada vez cuentan con más mecanismos confiables, que no son apoyadas por su familia o que no tienen otro lugar a dónde ir.
La violencia, normalmente, no se expresa desde un inicio con un golpe. Comienza con acciones pequeñas en la convivencia que escalan y se agravan. Todo parece muy natural y muchas veces la familia o la comunidad misma minimiza con un “no es para tanto” cuando las mujeres expresan que su pareja les grita, las ignora, las humilla o las empuja.
Eso se refleja en las cifras. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en todo el país, de enero a septiembre 2020, se han abierto 19 mil 596 carpetas de investigación. Morelos ocupa sólo el 2% del total con 433 carpetas. A eso tenemos que sumarles todos los casos de los cuales no sabemos. Por cada uno que se denuncia, hay al menos 9 que no.
En el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, hemos atendido durante el año a más de 2 mil 500 mujeres en todo el país en nuestra Línea de Seguridad y Chat de Confianza de WhatsApp 55 5533-5533; sólo 18 de ellas fueron de Morelos. Igualmente, el miedo las paraliza a hablar.
Hemos tenido casos en donde una mujer ha llegado a soportar hasta 35 agresiones físicas antes de acudir con una autoridad para que le auxilien, detener al agresor y le garanticen que estará a salvo. Algunas incluso nos han referido que podían aguantar, pero que se decidieron a pedir ayuda hasta que su pareja se atrevió a tocar a sus hijos. Esto también es cultural. Las mujeres, y sobre todo las madres, siempre suelen ponerse al final.