Comencé a relatar mis pensares del hoy y de un futuro próximo, en el que me solía buscar por largos caminos de liturgia y soledad completa soledad; suelo recordar mi camino de casa a escuela y viceversa, charlaba con personas cercanas todos los días, solía despertar con ojeras en mi rostro tras no dormir bien la noche anterior pensando en tareas, proyectos, y así prepararme para un mismo lugar, una misma monotonía; quizás me convertí superficial; solo veía mis días como el ver, hacer, hablar, pensar, el saludar todo con la misma constancia, con el mismo hábito, no sé si fue la educación o la costumbre; llegó un punto en que me harté de mis propias actividades, de mis propios pensamientos, de mí; así que imploraba hacer algo diferente en el transcurso de los segundos, minutos, horas mi día, y quería lógralo, pero parecía una melodía en mi mente: despierta, cámbiate, ve a estudiar, estudia, llega a casa, cámbiate, haz tus cosas. Duerme, ya es tarde. Hasta que llegó un día inesperado en que esto se frenaría y podría cambiar de estación y de mi cotidianidad; eso al principio iba bien, esos días de “reposo” convirtieron mis inquietudes a evoluciones progresivas, comencé a escribir poesía, a dibujar, volví a ser la misma chica escondida entre árboles y que tanto amaba encontrar; esa chica que exploraba y transformaba sus perspectivas, esa chica que su imaginación y expresión lograban abrir corazones e incluso su corazón.
A medida que avanzaban los días y tras ya añorar un regreso, de aquellas maneras de demostrar efecto tangible, de no ver todo como absurdo, de percibir el ruido de la ciudad, cosas tan simples que no solíamos apreciar, de ver a una persona no solo como un para siempre y recordarme que algún día no despertará más y no sabremos si es hoy, mañana, dentro de unos años. y el amar sin monotonía porque en medio ello encontraba la felicidad y no me daba cuenta, pero también hubo días en los que mis miedos, inseguridades se veían a flote; me sentí vulnerable como un vidrio que con cualquier cosa me solía romper en todos mis aspectos; el pensar que el tiempo no avanza y tú deseas que lo haga más rápido, son aquellas simples cosas que me hacían dudar si hundirme o levantarme, y quiero levantarme y decir te esperé más de 40 días y simplemente llorar y dejarme ir.
Y si 40 días he estado pensando si mi ahora sueño se convertirá en mi realidad, si con esto aprendí a ver mi monotonía como base para algo diferente, si la gente convirtió su ignorancia a la conciencia y salgamos de esta .Vamos, quiero gritar: ¡te extrañe pero la espera valió la pena!