Por más de 10 años la comunidad de San Andrés La Cal, perteneciente a Tepoztlán, se ha convertido en una enorme hábitat de aves migratorias provenientes de Estados Unidos de Norteamérica, algunas cada vez llegan menos debido a la invasión del ser humano y otras más resisten para no dejar de visitar cada año este lugar.
El encargado de despacho del Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), Alejandro García Flores, compartió que la máxima casas de estudios ha iniciado un monitoreo permanente del lugar, del número y las especias que llegan cada año.
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“El pasado 15 de octubre se logró recientemente que el municipio reconociera el lugar como un reservorio de aves migratorias producto de las investigaciones de Fernando Urbina Torres, responsable del laboratorio de ornitología y en el se ha hecho un censo del que podemos decir que son más de 200 especies de aves que llegan a este lugar cada año”.
El arribo comienza en octubre dada las condiciones climáticas que les resultan adecuadas para vivir y reproducirse, explicó; las aves vuelven a su lugar de origen durante los meses de enero o febrero, una vez que los cambios de clima comienzan acentuarse en la zona.
“Son aves tanto acuáticas como terrestres que llegan del norte del continente americano y que han encontrado condiciones ópticas para su crecimiento, desarrollo y reproducción, algunas incluso son residentes del lugar, por ello es importante conservar estos espacios para que a su llegada encuentren estas mismas condiciones que les favorecen cada año”.
La conservación del lugar que pertenece al Parque Nacional Tepozteco ha sido cada vez invadido más y más por asentamientos humanos que representan un gran giro en el uso de suelo, la deforestación; además de que la población arroja residuos sólidos que se van quedando en la naturaleza.
“Son factores que modifican la cantidad de aves que pueden arribar a la comunidad y es justamente este monitoreo lo que permitirá medir las afectaciones, estamos inventariando las especies y lo abundante que son, muchas ya llevan más de 10 años llegando”.
Entre las más de 200 especies se encuentran también algunas catalogadas en amenaza de extinción, como algunas de los llamados colibríes, por lo que para el trabajo se requiere la participación no sólo de las autoridades sino también de sectores indígenas, campesinos y sociedad civil organizada.
Agregó que no sólo en Tepoztlán se está trabajando sino también en otras áreas de la región oriente.