La vocación religiosa no es una llamada telefónica de Dios a una persona, sino una llamada general para todos que pocos pueden aceptar, por la gracia de Él. Esto es establecido por el padre Joseph Bolin, quien retoma la postura de Santo Tomás de Aquino, San Ignacio de Loyola y el Papa Juan Pablo II en su libro “Caminos del Amor: El Discernimiento de la Vocación”.
De acuerdo con la página “Catholic Bishops”, cuando una mujer entra a la Vida Consagrada, elige profundizar el compromiso bautismal tomando los votos que enfatizan los valores de la oración, servicio caritativo y vida simple en comunidad con otras mujeres religiosas.
Las mujeres consagradas sirven a la Iglesia y a la comunidad de muchas maneras, incluyendo: ministerios para la juventud, personas sin hogar y con hambre, mujeres maltratadas, educación, servicios de salud, la vida familiar y el ministerio pastoral de la parroquia; mientras que algunas hermanas religiosas se dedican totalmente a la vida contemplativa.
Antiguamente el término de “monja” se acuñó para toda la vida religiosa; sin embargo, hoy se ha quedado sólo para las mujeres religiosas consagradas que tienen una vida contemplativa, quienes se encuentran viviendo en Monasterios. Por su lado, la vocación religiosa es en primer lugar una vocación de estado de vida, es cuando una mujer en alguna etapa de su vida encuentra el llamado del Señor para consagrar su vida a Dios y lo hace a través de los distintos ministerios o carismas que se encuentran en la vida religiosa.
Actualmente la vocación religiosa se puede dividir en dos rubros distintos: la vida contemplativa y la vida activa. En la primera, se consagran generalmente a la práctica de la oración, la meditación y el trabajo bajo la dirección de un superior y en algunos casos, dedican su tiempo a la enseñanza o apoyo en las misiones aunque su verdadero sentido vocacional es el Claustro Monacal y la vida silenciosa en la clausura, dedicadas sólo en Dios.
Por su lado, la vida activa contiene muchos carismas desde las escuelas, misiones, parroquias e incluso trabajos. La vocación es la respuesta de una joven mujer al llamado de Dios según el carisma que también ellas vayan sintiendo y lo hacen a través de una espiritualidad.
Cada Congregación Religiosa o cada Monasterio tiene su espiritualidad, no es lo mismo hablar de una mujer religiosa en un monasterio a quien se le denomina como monja o de una mujer religiosa de vida activa que le dicen hermana, religiosa o simplemente consagrada.
El vicario de la Diócesis de Cuernavaca, Tomás Toral Nájera, afirmó que para la vocación religiosa no hay edad pero sí hay condiciones para una respuesta; “puede ser que desde la adolescencia tengan el gusto por la vocación religiosa y a través de un discernimiento de alguna casa religiosa o la denominación religiosa a la que se acerquen conforme a sus condiciones, ellas entrarían a las distintas etapas de la formación”.
Los requisitos para incorporarse a la vocación religiosa no son nuevos, pues requieren que vivan bajo la fe cristiana, cuenten con los sacramentos y sea una persona que a través del discernimiento vocacional, logre acercamiento con la iglesia y Dios; además de que deben ser solteras y que no hayan previsto un matrimonio.
Lo anterior, porque la vida religiosa consagrada denota un estado de vida, en el cual la mujer que desea permanecer a ella, comprometerá su vida totalmente a esta labor, que requiere de sacrificio y deseo para cumplir con el objetivo.
En Morelos se cuenta con ocho monasterios y 61 casas activas, pero no significa que cuenten con un gran número de religiosas, sino que la entidad tiene un clima muy especial que permite que religiosas y/o congregaciones, decidan fundar una casa de descanso para sus religiosas mayores.
De acuerdo a estadísticas aplicadas para la Sede Apostólica el año pasado, alrededor de 300 religiosas y monjas tenían domicilio en Morelos y que no sólo se dedican a la elaboración de rompope y galletas, productos que son característicos; sino a una gran variedad de labores dependiendo a la Congregación en la que se encuentren.
Muchas, fabrican ornamentos para sacerdotes, túnicas para monaguillos y para los que hacen los sacramentos; algunas tienen librerías a su cargo, lo cual es sustento para vivir; se cuenta con la Congregación de Jesús Hostia que se dedican al trabajo en la Curia. Son secretarias de alguna dependencia de la Curia, otras son maestras, atienden en las Casas Episcopales a los obispos y sacerdotes; “hay que quitarles la connotación a la gente que son las sirvientas del padre o del obispo… no, es un trabajo, un trabajo que se realiza”, aseveró el rector de Catedral.
Otras consagradas o monjas se dedican a la liturgia en el sentido de las misas, son encargadas de San Cristinas y algunas se dedican a la cocina en casas de formación como Seminarios, son trabajos reales.
Respecto al histórico cuestionamiento de porqué no existen mujeres en el sacerdocio, el clérigo aseveró que es una cuestión teológica, debido a que la Sagrada Escritura y bíblicamente, el sacerdocio como tal, Jesús se lo dejó a sus discípulos varones aunque si bien tuvo discípulas mujeres como María Magdalena y su madre, la Virgen María; nunca se menciona acerca de que en ellas detentaba el sacerdocio.
“Cuando Jesús habla del sacerdocio en la última cena, que lo conocemos como la eucaristía, siempre es a sus discípulos varones. Bíblicamente y teológicamente siempre ha sido en relación al varón, por eso a pesar que a lo largo de mucha historia de la iglesia ha habido esta situación de mujeres que dicen: “y nosotras queremos ser sacerdotes” y la iglesia responde que no, el papa dice no, es porque teológicamente y bíblicamente el sacerdocio ha estado en el varón según el discipulado de Jesús”, puntualizó.
Sin embargo, en la Sagrada Escritura cuando se habla del diácono, también se menciona a las diaconisas pero en el rubro de permanente que no va en relación al orden sino al servicio. Al diácono permanente le corresponde actuar en la acción social.
Es por ello que cuando se habla de diaconisas, puede ser la esposa del diácono que se dedicaba al trabajo del servicio de las mesas, “y puede ser de esa manera el término pero jamás se han dirigido como sacerdotisas o episcopas”, indicó Toral Nájera.
El imaginario a través de las monjas y religiosas es amplio, demuestra una posible utopía de cómo es un mundo sin hombres, existen muchas definiciones para ellas pero al final, son mujeres que toman la decisión de dedicar su vida a Dios y a la religión católica. Demuestran independencia al poder dirigir su camino, dejando de lado la cotidianidad y poniendo un granito de arena para que la palabra del Señor siga presente.