Las medidas de restricción de contacto físico para evitar el contagio de Covid-19 van en serio en Cuernavaca, pero no evitaron que el afecto entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo se perdiera, inaugurando ambos el saludo de espinilla que, como fuera, mantuvo los rostros de los mandatarios separados alrededor de un metro y medio.
En la ceremonia de reapertura del Hospital Carlos Calero del ISSSTE en Morelos, que fue reconvertido para poder tratar a pacientes con coronavirus, López Obrador y Cuauhtémoc Blanco se mantuvieron todo lo cerca que Susana Distancia permitía y pusieron el color a la nota con su nuevo saludo, levantando los pies en una suerte de "hachazo", como en el lenguaje del ex futbolista se podría haber identificado al levantamiento de pies casi a la altura de la rodilla hasta hacer contacto. Pero esta vez la cancha era un hospital y no se trataba de puntapiés, sino de un saludo cordial que arrancó las sonrisas de los presentes, médicos, funcionarios de salud y hasta el alcalde de Cuernavaca, muy relajados y lejos de la prensa a la que no se dio acceso. Fue ese el impedimento para bautizar al saludo con algún lugar común como la Obradoriña.
La circunstancia no evitó, sin embargo hacer contrastes entre la tranquilidad que se respira entre los funcionarios locales y el presidente de la República, y la desesperación de cientos de manifestantes diversos que, aún en medio de la cuarentena, buscaron sin éxito acercarse al presidente de la República para demandar pago a los trabajadores del censo de población, mejores equipos médicos y garantías para el ejercicio de la profesión, entre otras cosas que quedaron como pendientes de la rápida visita.