Pese a que la nueva sede del Congreso de Morelos costó poco más de 467 millones de pesos, a dos años de operar y a un mes del cambio de Legislatura, las condiciones en las que se encuentra son deplorables, desde pisos agrietados, paredes desgastadas y hasta el Salón de Plenos sin vidrios.
A finales de febrero del 2018, a unos meses del cambio de legislatura y de administración estatal, el Congreso se trasladó del Centro Histórico de Cuernavaca a la colonia Amatitlán, en una sede construida en un terreno de 18 mil metros cuadrados, integrado por dos edificios, el principal que cuenta con cinco niveles y es donde se encuentra el Salón de Plenos, el Salón de Comisiones, la Junta Política y de Gobierno y las oficinas de las y los diputados, así como el estacionamiento para 200 vehículos.
La segunda edificación está dividida por pequeños edificios donde se ubican las oficinas administrativas, Servicios Parlamentarios, la coordinación de Comunicación Social, Archivo Legislativo, pero también la presidencia.
Pese a la importante cantidad de dinero que representó la construcción del recinto legislativo, desde el día uno en que llegó la actual Legislatura las fallas fueron varias en las oficinas hasta los módulos centrales, los elevadores no funcionaban, lo que impedía que las personas con discapacidad y adultos mayores pudieran transitar en el Congreso.
Ni los baños ni las oficinas contaban con los servicios básicos, ni el Salón de Plenos, el barandal que divide a las y los congresistas del público no contaba con vidrio.
A un mes de arribar la siguiente legislatura los pisos siguen agrietados en uno de las entradas principales, uno de los accesos a las oficinas de las y los diputados locales.