Amiga de Diego Rivera y Frida Kahlo, cercana a Pablo Neruda, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas, fue una mujer que, sin haber nacido en México, lo elogió como su país, en él descendió a los infiernos, pero en Tepoztlán, Morelos, encontró un hogar. Atraída por el misticismo de este pueblo mágico, Chavela Vargas decidió asentarse en esta localidad para pasar sus últimos años de vida.
Nacida en Costa Rica, la cantante cuya voz se desgarraba en cada una de sus presentaciones y de quien Carlos Monsiváis llegara a decir que sabía expresar la desolación de las canciones rancheras con la radical desnudez del blues, falleció el 5 de agosto del año 2012, a los 93 años de edad, en la ciudad de Cuernavaca, a causa de problemas crónicos en el corazón, los pulmones y los riñones.
A la fecha, Chavela Vargas es considerada como una de las figuras más importantes de la música ranchera en México: en 2007 recibió el premio Grammy a la Excelencia Musical de la Academia de las Ciencias y Artes de la Grabación. Pero su vida no fue fácil. Ninguna lo es.
En la década de 1970, los problemas producidos por el alcoholismo en su vida personal la llevaron a retirarse de lo que ya entonces era una carrera artística exitosa y recluirse en el anonimato. María Isabel supo ocultarse tan bien del mundo que muchos pensaron que había muerto, incluso Mercedes Sosa, la cantora argentina, que al visitar México tenía la intención de depositar un ramo de flores en su tumba. Pero en la década de 1990 ocurrió un milagro: Chavela Vargas resucitó.
“En su segunda vida, cuando ya tenía más de setenta años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano, en España encontró una complicidad que Méjico le negó. Y en el seno de esta complicidad Chavela alcanzó una plenitud serena, sus canciones ganaron en dulzura, y desarrolló todo el amor que también anidaba en su repertorio”, escribiría el cineasta español Pedro Almodóvar en el texto “Adiós, volcán”, escrito en memoria de su amiga mexicana.
Para aquel entonces, la cantante había dejado el alcohol y, gracias al apoyo de Almodóvar, se erigió como una estrella en Europa, llegando a actuar en el Teatro Olympia de París.
Su estilo
Apadrinada por el cantautor José Alfredo Jiménez, Chavela Vargas cultivó el estilo de la canción ranchera emotiva. Pero fue más allá: en sus presentaciones, la cantante se abstenía del tradicional acompañamiento del mariachi, que puede jugar en contra del gran dolor impregnado en ciertas letras, y se limitaba, cuando mucho, a hacerse acompañar por dos guitarras. Dos guitarras y su dolorida voz eran los ingredientes de sus interpretaciones, que lo mismo conquistaron al gran público que a los artistas e intelectuales que la hicieron su amiga.
Con canciones como “La llorona” y “Paloma negra”, Chavela Vargas logró posicionarse como una de las mujeres intérpretes de la música mexicana. Además de haber participado en el cine de Almodóvar, sus canciones también han aparecido en otras obras del séptimo arte, como “Frida”, de Julie Taymor; y “Babel”, de Alejandro González Iñárritu.
En Tepoztlán
“Tepoztlán tiene su misticismo, su historia, una cultura que ha sido fundamental para que la gente llegue a visitar sus paisajes culturales. Su patrimonio, su arqueología, su gastronomía, sus usos y costumbres, es un lugar donde se converge en este vuelo de la cultura, y por ello gente conocida y no conocida decide tener un momento especial en su vida aquí, a veces para nacer, para vivir, para venir a escribir”, relataba Jesús Sedano Hernández, promotor cultural de Tepoztlán, sobre las razones por las que artistas nacionales e internacionales deciden visitar o vivir en este rincón del mundo.
Chavela Vargas nació en San Joaquín, Costa Rica, hija de Francisco Vargas y Herminia Lizano, hombre y mujer que terminaron por separarse y abandonar a la niña, que fue criada por unos tíos. De niña, la cantante sufrió poliomielitis, una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al sistema nervioso. Llegada a los 17 años a México, Chavela Vargas pasó ocho décadas de su vida en este país.
En Tepoztlán, según cuentan quienes llegaron a visitarla, Chavela vivió en una quinta ubicada al frente del Chalchihuite, un cerro del pueblo que, según le relatara a Almodóvar, abrirá sus puertas en el Apocalipsis. En vida, solía decir que charlaba con El Tepozteco todas las mañanas. En varias entrevistas, dijo también que le habría gustado morir un domingo y que su funeral fuera en lunes o martes “para no echarle a perder el fin de semana a nadie”.
Efectivamente, la cantante falleció un domingo. Tras su muerte se realizaron varios homenajes de cuerpo presente en la Ciudad de México. El martes siguiente, el Palacio de Bellas Artes fue la sede de un homenaje en el que estuvieron presentes las cantantes que fueron sus amigas, como Eugenia León, Tania Libertad y Lila Downs.