No es que Morelos sea la tierra perfecta para las madres del mundo. Morelos, por sus condiciones climáticas, ha representado un gran escape para artistas, políticos y, en fin, figuras internacionales que han encontrado en su territorio las condiciones perfectas para vivir. Este 10 de mayo, México celebra el Día de la Madre, un festejo que se realizó por primera vez desde el año 1911.
Aun cuando 1911 fue el primer año que México llevó a cabo esta celebración, no fue sino hasta 1922 cuando el Día de la Madre se institucionalizó al interior de la Secretaría de Educación. Y claro, muchas generaciones crecimos con el recuerdo de cada 10 de mayo, con poemas, tablas rítmicas, rifas y regalos que eran obsequiados a nuestras madres. En algunos poblados del país, el Día de la Madre fue, además, vinculado a homenajes dedicados a la Virgen de Guadalupe.
Todos creemos que nuestra madre es la mejor del mundo. No hay objeción que contrarreste esta afirmación. Sin embargo, este 10 de mayo nos ofrece la oportunidad de recordar a otras mujeres que, viviendo en Morelos, asumieron sabiamente el papel de madres, ya sea en el ámbito artístico o cultural.
Elena Garro
Precursora del movimiento literario del realismo mágico, término que no aceptó como parte de su obra, la vida de Elena Garro inició un 11 de diciembre de 1916 en Puebla de Zaragoza, y acabó el 22 de agosto de 1998 en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, lugar que eligió para pasar los últimos años de su vida. Aquella mujer, marcada por la relación que tuvo con Octavio Paz, eligió la ciudad de la eterna primavera para instalarse desde 1993, junto a su hija Helena Paz Garro.
Elena Garro murió a los 81 años. Dieciséis años después, su hija y fiel compañera, la también escritora Helana Paz Garro, se despidió del mundo desde la misma región en que lo hizo su madre, en Cuernavaca, Morelos.
Tamara de Lempicka
Pintora de las élites en dos continentes, polaca, rebelde y viajera, la vida de Tamara de Lempicka (1898 – 1980) está llena de giros, de lugares distintos, excesos, lujos y cuadros donde la mujer aparece como un ser inaccesible, de tez blanca, que disfruta de las comodidades de la alta sociedad a sus anchas. Con una carrera exitosa como la que cultivó la pintora nacida en la Varsovia de 1898, uno podría suponer que su forma de ser habría de parecerse a lo que sugieren sus cuadros: mujer fría y que ve lo terrenal desde lo alto. En 1974, la pintora se mudó a Cuernavaca y, cinco años después, Kizette, su hija, eligió el mismo destino para cuidar de su madre. De Lempicka murió el 18 de marzo de 1980. Siguiendo sus deseos, sus cenizas fueron esparcidas sobre el volcán Popocatépetl.
Suscríbete a nuestro canal