/ sábado 13 de febrero de 2021

[Ocio] El último taller de Siqueiros

Marxista y muralista, el pintor acumuló varios adjetivos en su vida, eligió terminar en Cuernavaca

Nacido en el México de 1896, David Alfaro Siqueiros creció junto con la Revolución Mexicana, algo que ya puede explicar el interés que tuvo por cargar su vida y su obra de mensajes políticos claros: la diferencia de clases y la lucha de las clases bajas, principalmente. Aunque nació en Chihuahua, tuvo varios hogares: Guanajuato, la Ciudad de México, París, España y, por supuesto, Cuernavaca, lugar que eligió para fundar uno de sus proyectos más ambiciosos, y en el que murió el 6 de enero de 1974.

Siqueiros llegó a Cuernavaca después de ser detenido en 1960 por el supuesto delito de “disolución social”, cuando vivía en Polanco, lugar que la familia eligió por su cercanía con el Castillo de Chapultepec. Al salir de prisión, el 13 de julio de 1964, el pintor retomó la ejecución de su obra mural y construyó una casa-taller en Cuernavaca, donde fijó su residencia y dio inicio a una de sus obras más emblemáticas, “La marcha navidad”, que hoy puede apreciarse en el Polyforum Siqueiros.

La Tallera

Al construir La Tallera, Siquiros buscaba “llevar a la realidad una idea que desde 1920 teníamos Diego Rivera y yo, es decir, la creación de un verdadero taller de muralismo donde se ensayaran nuevas técnicas de pinturas, materiales, aspectos geométricos, perspectivas, etc.”. El espacio, ubicado en la Calle Venus, en Jardines de Cuernavaca, se terminaría convirtiendo en el primer taller para muralismo en el mundo.

“Un taller grande, inmenso, lleno de máquinas, con andamios supermóviles, con laboratorios para probar la química y la durabilidad de los colores, con materiales plásticos en abundancia, sin el sufrimiento de la limitación, con un departamento de fotografía, con cámaras fílmicas, con todo, todo lo que necesita un pintor muralista”, había descrito el pintor.

Hacia el 12 de diciembre 1973, casi un mes antes de morir, Siqueiros manifestó su deseo de que tanto La Tallera como La Sala de Arte Público Siqueiros, ubicada en Polanco, fueran destinadas a la preservación y la difusión de sus obras e ideas, convirtiéndose en centros de análisis y de experimentación. Actualmente, La Tallera de Siqueiros está integrada al Instituto Nacional de Bellas Artes, que se encarga de su custodia.

David Alfaro Siqueiros creció junto con la Revolución Mexicana / Cortesía | Creative Commons

Muralismo y política

La vida y obra de Siqueiros embebió de dos fuentes: la política y el arte. No obstante, él consideraba que ambas estaban entrelazadas, como lo demostraría en el manifiesto “Una nueva dirección para la nueva generación de pintores y escultores americanos”, donde llamaba a dotar a la pintura de nuevos valores. Es, junto con Diego Rivera y José Clemente Oroszco, uno de los tres grandes exponentes en el muralismo mexicano.

Mientras que Salvador Dalí rechazaba al muralismo debido al gran espacio que ocupaba cada obra, porque aseguraba que “las pinturas que ya pasen de los límites de un cuadro de caballete encuentro que son un desastre”, Siqueiros tenía más bien la opinión contraria. Él proclamaba la supremacía del mural por encima de la pintura de caballete, argumentando que la primera era pública y la segunda privada. No obstante, también realizó obras de caballete, algunas de las cuales sentaron un antecedente para sus posteriores trabajos murales.

Nacido en el México de 1896, David Alfaro Siqueiros creció junto con la Revolución Mexicana, algo que ya puede explicar el interés que tuvo por cargar su vida y su obra de mensajes políticos claros: la diferencia de clases y la lucha de las clases bajas, principalmente. Aunque nació en Chihuahua, tuvo varios hogares: Guanajuato, la Ciudad de México, París, España y, por supuesto, Cuernavaca, lugar que eligió para fundar uno de sus proyectos más ambiciosos, y en el que murió el 6 de enero de 1974.

Siqueiros llegó a Cuernavaca después de ser detenido en 1960 por el supuesto delito de “disolución social”, cuando vivía en Polanco, lugar que la familia eligió por su cercanía con el Castillo de Chapultepec. Al salir de prisión, el 13 de julio de 1964, el pintor retomó la ejecución de su obra mural y construyó una casa-taller en Cuernavaca, donde fijó su residencia y dio inicio a una de sus obras más emblemáticas, “La marcha navidad”, que hoy puede apreciarse en el Polyforum Siqueiros.

La Tallera

Al construir La Tallera, Siquiros buscaba “llevar a la realidad una idea que desde 1920 teníamos Diego Rivera y yo, es decir, la creación de un verdadero taller de muralismo donde se ensayaran nuevas técnicas de pinturas, materiales, aspectos geométricos, perspectivas, etc.”. El espacio, ubicado en la Calle Venus, en Jardines de Cuernavaca, se terminaría convirtiendo en el primer taller para muralismo en el mundo.

“Un taller grande, inmenso, lleno de máquinas, con andamios supermóviles, con laboratorios para probar la química y la durabilidad de los colores, con materiales plásticos en abundancia, sin el sufrimiento de la limitación, con un departamento de fotografía, con cámaras fílmicas, con todo, todo lo que necesita un pintor muralista”, había descrito el pintor.

Hacia el 12 de diciembre 1973, casi un mes antes de morir, Siqueiros manifestó su deseo de que tanto La Tallera como La Sala de Arte Público Siqueiros, ubicada en Polanco, fueran destinadas a la preservación y la difusión de sus obras e ideas, convirtiéndose en centros de análisis y de experimentación. Actualmente, La Tallera de Siqueiros está integrada al Instituto Nacional de Bellas Artes, que se encarga de su custodia.

David Alfaro Siqueiros creció junto con la Revolución Mexicana / Cortesía | Creative Commons

Muralismo y política

La vida y obra de Siqueiros embebió de dos fuentes: la política y el arte. No obstante, él consideraba que ambas estaban entrelazadas, como lo demostraría en el manifiesto “Una nueva dirección para la nueva generación de pintores y escultores americanos”, donde llamaba a dotar a la pintura de nuevos valores. Es, junto con Diego Rivera y José Clemente Oroszco, uno de los tres grandes exponentes en el muralismo mexicano.

Mientras que Salvador Dalí rechazaba al muralismo debido al gran espacio que ocupaba cada obra, porque aseguraba que “las pinturas que ya pasen de los límites de un cuadro de caballete encuentro que son un desastre”, Siqueiros tenía más bien la opinión contraria. Él proclamaba la supremacía del mural por encima de la pintura de caballete, argumentando que la primera era pública y la segunda privada. No obstante, también realizó obras de caballete, algunas de las cuales sentaron un antecedente para sus posteriores trabajos murales.

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