[Ocio] Tamara de Lempicka y El vals del adiós

Nacida en Varsovia, la pintora art déco eligió la Ciudad de la Eterna Primavera para vivir sus últimos años

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautrla

  · sábado 6 de febrero de 2021

Autoretrato en el Bugatti verde / Especial

Pintora de las élites en dos continentes, polaca, rebelde y viajera, la vida de Tamara de Lempicka está llena de giros, de lugares distintos, excesos, lujos y cuadros donde la mujer aparece como un ser inaccesible, de tez blanca, que disfruta de las comodidades de la alta sociedad a sus anchas. Con una carrera exitosa como la que cultivó la pintora nacida (oficialmente) en la Varsovia de 1898, uno podría suponer que su forma de ser habría de parecerse a lo que sugieren sus cuadros: mujer fría y que ve lo terrenal desde lo alto.

En 1974, después de haber vivido en Estados Unidos, Francia y San Petersburgo disfrutando del éxito de sus cuadros, Tamara de Lempicka tomó la decisión de mudarse a la ciudad de Cuernavaca, en Morelos. Aquel mismo año, Jesús Padilla Rojas, estudiante de piano, se encontraba de paso y, junto con un amigo suyo, decidió visitarla.

“Era muy accesible y sencilla de trato, como toda persona valiosa. Hablamos de arte, música y pintura durante varias horas. Su castellano era fluido, pero con fuerte acento”, recuerda el maestro Padilla a sus 69 años.

La mujer, que entonces tendría 76, que había estado casada con un barón húngaro y que recorrió tres veces el mundo viajando en barco, le pidió a aquel joven que tocara para ella el Vals del adiós de Chopin.

“Era un piano de media cola, marca Bechstein, una marca alemana. El sonido era muy aterciopelado y bello”.

Tamara de Lempicka murió seis años después, el 18 de marzo de 1980. Tal como había sido su deseo, sus cenizas fueron esparcidas sobre el cráter del volcán Popocatépetl, siempre presente en los deseos de los artistas que han elegido a Morelos como su última morada.

“Yo la recuerdo con mucho afecto, fue muy amable”, concluye el pianista.

Art déco

Influenciada por el cubismo de Picasso, Tamara de Lempicka encontró su personalidad artística en el art déco, un movimiento de diseño popular que se desarrolló de 1920 a 1939 y que influyó no sólo a la pintura como arte decorativa, sino también la arquitectura, el diseño interior, la moda, la escultura y la cinematografía (en vida, Lempicka realizó trabajos para varias revistas de moda).

Con una influencia tan amplia, no resulta sorprendente que la pintora haya cosechado éxito en las altas esferas de la sociedad de su tiempo, llegando a pintar lo mismo para poderosos petroleros estadounidenses que para la aristocracia de París, pasando, sin detenerse ahí, por los retratos que realizó para el rey Alfonso XIII de España y la reina Isabel de Grecia.

En Estados Unidos, la estética de Lempicka ha atraído a estrellas del espectáculo como Barbra Streisand, Jack Nicholson y Madonna. En el último caso, el trabajo de la pintora inspiró a Madonna para su video “Vogue”, de 1990. Además, uno de sus cuadros aparece en el video “Open your heart”.

Autorretrato en el Bugatti verde

Tamara de Lempicka nunca tuvo un Bugatti verde, pero su cuadro más famoso, representativo del art déco en general, la muestra dentro de uno. Pintado en París en 1929, este cuadro fue originalmente un encargo para la revista alemana Die Dame (en alemán, La dama) y un número que celebró la independencia de la mujer.

Aunque es un autorretrato, se le ha considero un homenaje a la bailarina Isadora Duncan, la creadora de la danza moderna, quien murió a los 50 años en un accidente de tráfico en Suiza, supuestamente estrangulada por el chal que llevaba al cuello mientras conducía su Bugatti.

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