Las 39 concesiones mineras que se han otorgado para explotar el suelo en Morelos ponen en riesgo la biodiversidad, el entorno y la salud pública de los morelenses, además de que ofrecen escasos beneficios económicos para la entidad, aseguran investigadores y científicos que, junto con ciudadanos, realizarán hoy, día internacional contra la minería a cielo abierto, acciones para buscar frenar la explotación que provocan la empresas.
En el libro "Patrimonio Bicultural y Megaminería: Un reto Múltiple", escrito por Paul Hersch Martínez, Lilián González Chévez, Mariana Solorio Damian y Catalina Sedano Díaz y actores sociales de la Flora Medicinal en México bajo el auspicio del Instituto de Nacional de Antropología e Historia (INAH), se establece que la minería a tajo abierto implica abrirle un hoyo a la tierra, que, como primer paso, provoca la destrucción de “la cubierta vegetal y la vida en sus diversas manifestaciones, para llegar al subsuelo. De ahí se extraen luego enormes cantidades de piedra, donde los metales se encuentran dispersos y en mínimas concentraciones; por ejemplo, hay minas que por cada tonelada de roca sólo obtiene 0.2 gramos de oro, esto es la quinta parte de un gramo y, a pesar de esto, existen empresas que justifican su explotación. Una vez fuera, la piedra del subsuelo se fragmenta en pedazos o se muele hasta convertirla en polvo fino, como harina, que luego se pone en contacto con sustancias químicas de alta toxicidad, como el cianuro y el mercurio ácido sulfúrico, las cuales separan a metales como el oro, la plata o el cobre del resto de la piedra molida”.
En el texto se explica que para extraer un grano de oro se necesitan cuatro toneladas de roca, 380 litros de agua, 43.6 kilowatt de electricidad, dos litros de gasolina, 1.1 kilogramos de explosivos y 850 gramos de cianuro de sodio. Las explosiones incorporan al aire toneladas de polvo y el proceso consume además una gran cantidad de energía. Todo ello produce la afectación múltiple e irreversible de los territorios en los que se aplica; a tal actividad se le conoce como mega minería tóxica, en la que se utilizan diversos metales, se dejan agujeros extensos y profundos, además de cerros de desechos tóxicos y una amplia gama de efectos nocivos.
En Morelos existen 39 concesiones mineras, entre ellas las concedidas a Alamos Gold, ubicadas en:
- Temixco
- Miacatlán
- Xochitepec
- Cuernavaca
Que suman 15 mil 25 hectáreas, cuya superficie forestal original ha sido desmontada en 70 por ciento. La minera pretende establecer su explotación a 12 kilómetros de Cuernavaca, en una zona en donde hay numerosos asentamientos humanos, entre ellos:
- Acatlipa
- Temixco
- Xochitepec
- La Unidad de Morelos
- Alpuyeca
- Tetlama
- Cuentepec
- Xochicalco
- Palpan
- Tlajotla
- Coatetelco
- Miacatlán
Esas concesiones se ubican en la zona del Cerro del Jumil y Alamos Gold, antes Esperanza Silver, posee desde 2009 el derecho de explotación del subsuelo de la zona arqueológica de Xochicalco, declarada patrimonio cultural de la humanidad en 1994. La Secretaría de Economía entregó los títulos de derechos y la concesión por las 278 hectáreas vence el 14 de mayo de 2059, con la posibilidad de alargar el plazo.
Las mineras, afirman los investigadores, amenazan la biodiversidad de México, además de que parte de las concesiones otorgadas coincide con territorio indígena en el que están los ecosistemas más conservados del país. Asimismo, el agua de los manantiales disminuye o desaparece; y el efecto se vuelve más notable en lugares donde falta el vital líquido para el consumo humano y para la agricultura, ya que la megaminería compite con esos usos. Incluso en Morelos, cuya disponibilidad de agua ha disminuido en los últimos años, la extracción intensiva, como la que pretenden los megaproyectos, agravará el decrecimiento existente en todos los acuíferos, tema que se complica con el calentamiento global.
Una mina pequeña de tajo abierto, se detalla en el libro, consume unos 250 mil litros de agua cada hora (250 tinacos de mil litros), que representa lo que una familia campesina usa en 20 años. Para el gasto excesivo de agua en su beneficio, las mineras la sacan de pozos que pueden ser muy profundos y de ríos cuyo cauce desvían. Posteriormente, la vierten, ya con residuos tóxicos, en corrientes naturales y, entonces, llega al subsuelo; por el momento, el control y el monitoreo de esos procesos contaminantes resulta insuficiente y hasta nulo. Entonces, el que disminuya la cantidad de agua no es el único problema, sino que también está la contaminación que se genera, pues con ese efecto disminuye la disponibilidad de agua para consumo humano y agrícola.
Otro impacto fundamental que señalan los investigadores es la dispersión aérea de diversos minerales y metales pesados tóxicos, incluyendo elementos radioactivos. La contaminación atmosférica proviene de las explosiones, la trituración, la molienda de rocas, el transporte y otras emisiones. Además, los árboles son talados y todo el vegetal destruido; también, por la misma deforestación y la vibración y el ruido producidos, se ahuyenta a los animales.
Los autores del libro explican que estos mega proyectos ocasionan afectaciones graves de salud, no sólo a los mineros sino a también a la gente que habita cerca de las minas; abundan que esas consecuencias se originan por la degradación del ambiente, ya que los metales pesados se dispersan en el aire y el agua y entran al cuerpo a través de la piel, la boca y la nariz, y esos compuestos, a su veces, son transportados en la sangre, lo que, al final, genera diversos daños a órganos, tanto a corto como a largo plazo.
Otra esfera revisada en el trabajo escrito es la social; al respecto, los especialistas analizan las confrontaciones generadas por la llegada de las mineras, lo cual, apuntan, influyen en la calidad de las relaciones humanas y de la salud emocional puesto que los habitantes tienen que emigrar. A pesar de que algunos pueden ganar dinero por la mina, reflexionan, lo gastan para pagar la atención médica que necesitan, pues la actividad desempeñada les provoca problemas de salud que no siempre son atendidos de manera que haya buenos resultados.
En 2012, debido al Proyecto Jumil, de Alamos Gold, se suscitaron agresiones a opositores, división social y afectaciones previsibles en Temixco, Miactalán y Xochitepec. La megaminería se aprovecha de estos conflictos sociales para comprar voluntades; además, utiliza la desinformación y hostiliza a los opositores para sacar provecho a favor de su proyecto; además, deja de lado las problemáticas que podría ocasionar en las comunidades y no le da el peso necesario a las necesidades de sus mismos pobladores.
Otros puntos importantes a mencionar son: las afectaciones económicas y políticas que genera impulsar un patrón de desarrollo depredador, lo que impacta también en las actividades económicas de las poblaciones como son la agricultura y la pesca. Si bien es cierto que algunos campesinos tienen empleo gracias a las minas, es importante subrayar que éste es temporal; además, esas personas podrían quedarse sin empleo debido a una enfermedad o por el cierre de la mina. Por otra parte, los campesinos pierden sus tierras y aguas, prosiguiendo al desarraigo. Además, están los daños en el patrimonio arqueológico, como podría suceder en Xochicalco.
También existen afectaciones al paisaje, a las montañas, a las planicies y a los ríos, que pasan a ser huecos estériles, enormes agujeros y apiñamientos de desechos en territorios de segunda, desapareciendo la belleza y paisajes naturales que quedan a menudo degradados para siempre.