“Un buen ciudadano es aquel que respeta las normas”. Es la simplicidad con que sociólogos, antropólogos y especialistas en civismo describen la forma de comportarse de una persona que no tendrá conflictos en su comunidad ni se involucrará en actos de violencia.
Esta calidad de ser humano se ha ido perdiendo ante la falta de interés en desarrollarse en lo personal y en la falta de una cultura de respeto al derecho ajeno que se da desde las propias sociedades, mismas que suelen imitar actos ilegales cobijados en la impunidad.
Perder la civilidad y el pacto social entre las sociedades trae severas consecuencias; las ciudades donde se ha recrudecido la violencia han dado muestra de ello.
Según datos de la última Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Cuernavaca el 44.5 por ciento de la población mayor a 18 años experimentó conflictos o enfrentamientos; más del 70 por ciento fue con vecinos, 35 por ciento con desconocidos en la calle, luego con las autoridades, familiares, en establecimientos y más del 2 por ciento tuvo conflictos con compañeros de la escuela o del trabajo.
En más del 16 por ciento el conflicto fue por el ruido; la segunda causa de problemas fue por la basura tirada o quemada por vecinos, seguido de los problemas con el estacionamiento, los relacionados a las mascotas, chismes o malos entendidos; en el transporte público, molestías por borrachos o drogadictos, además de problemas con los hijos de vecinos.
Respeto a las normas, ejemplo de civilidad
Emanuel Orozco Núñez, antropólogo e investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), asegura que los conflictos entre ciudadanos muchas veces se dan por la falta de respuesta de las autoridades que se llegan a ver rebasadas para dotar de servicios públicos a las colonias, pero también por el sentimiento de poder de una persona sobre los derechos de otras.
Respetar normas tan simples como las leyes de tránsito deberían ser ejemplo de civilidad, señala. “En Cuernavaca hay como una especie de entendido de la gente que usa auto que ellos prácticamente mandan en la calle y pueden incluso matar a cualquiera”.
Cada persona debe tener en claro que la libertad tiene como límite la libertad del otro, y que serán las instituciones las únicas con la facultad de sancionar y no una justicia por mano propia.
Capital humano
“En una ciudad desarrollada, como Suiza, el asunto de la civilidad no va por mi opinión, sino por la de los demás: primero la sociedad y luego el individuo, y las instituciones deben ser fuertes, porque si yo como individuo tengo un conflicto, lo debo resolver a través de las instituciones, por eso el Estado y el cumplimiento de las leyes es tan importante. Las instituciones deben ser quienes moldean la conducta de los ciudadanos”, asegura el investigador.
Orozco refiere que hace falta “capital humano” para tener buenos ciudadanos. “Por una parte la escolaridad, pues a menor escolaridad menor comprensión de las normas, leyes e información en general, pero también, se ha observado en México que las personas con mayor poder adquisitivo suelen infringir más las normas. Y la otra que es más abstracta, tiene que ver con la cultura, y no con la educación escolar, sino la civilidad propiamente”.
Los retrocesos no han sido culpa del ser humano, dijo el especialista, sino más bien porque cada vez las autoridades aplican menos las normas. Tan solo Morelos tiene un índice mayor al 90 por ciento de impunidad, de acuerdo con la organización Impunidad Cero.
“Es aberrante, de que si uno quiere tener movilidad social, en lugar de tener una carrera, mejor se vuelve uno político y entonces se dedica a robar y violentar las normas para que no pase nada. Si se me ha hecho un fenómeno de los últimos 10 años en donde la gente dice para qué estudio, mejor entro al PAN, al PRI o a Morena, y ahí me darán dinero”.
La pérdida del valor del trabajo ha contribuido a formar malos ciudadanos, ya que la “cultura del esfuerzo” ha perdido sentido como una fuente de integración social y la forma de progresar; la población cada vez prefiere ingresos con menor esfuerzo.
La familia, la escuela y la iglesia como instituciones
Son tres las instituciones que cumplen roles en la ciudadanía:La familia: desde ahí se muestra a los integrantes cómo debe ser una conducta adecuada; la Iglesia, en donde, a su opinión, las personas cumplen más aún con las normas “bajo un sistema de castigo, habla de una institución sólida, no que Dios moldea la conducta”.
“Una familia moderna y sólida es aquella que inculca valores y respeto hacia los demás, pero también hay que considerar a las demás instituciones como la escuela, donde te vuelven competitivo, si se quiere una mejor calificación se preocupan por las calificaciones, ahora es al revés, los maestros tienen prohibido reprobar a los alumnos, es aberrante, debilita a la escuela”.
Trabajar desde las infancias, su desarrollo cognitivo y la enseñanza de idiomas que a los menores les abran las barreras sociales, educativas y de desarrollo profesional sería parte de las normas ciudadanas.
El riesgo mayor: la impunidad
El antropólogo explica que el mayor riesgo es la comisión de delitos cada vez más frecuentes en donde no hay castigos. “La gente quema basura, mata perros, le pega a su esposa, choca los carros, toma y maneja, es decir, hacen cosas condenables porque no les pasará nada; vivimos en la sociedad de impunidad. Casos en donde mujeres son quemadas vivas, serán cada vez más repetidos al no haber castigo”.
Persiste desconfianza en instituciones
Elizabeth Hernández Loyola, vocal de Capacitación Electoral y Educación Cívica del Instituto Nacional Electoral (INE) Morelos, citó el Informe País 2020 sobre el estudio a nivel nacional que señala la calidad de la ciudadanía; éste se define sobre tres elementos: la posesión de derechos consagrados en la Constitución, la pertenencia a una comunidad y la participación en la vida pública.
La desconfianza en las instituciones resulta un eje fundamental pues solo uno de cada nueve confía en las instituciones, es así que limita el interés por participar de la vida pública y deja de apropiarse de los espacios, de las instituciones y hasta de las normas. “Existen diferentes formas de participación como la cívica, comunitaria, la ciudadana, política y electoral; la comunitaria es cuando los ciudadanos se organizan con vecinos por ejemplo, es más probable que los ciudadanos tengan más afinidad con su comunidad, generando empatía y respeto”, señaló.
Las nuevas tecnologías
El sentido de comunidad y la cercanía se ha perdido con el paso de las décadas y se ha sustituido con las nuevas tecnologías perdiendo las redes comunitarias, lo cual puede verse como un retroceso o un avance. La pandemia hizo perder años “valiosos” en las relaciones interpersonales, se revolucionó la comunicación pero en contraparte los menores han perdido la capacidad de socialización.
“Los menores están perdiendo esta conexión; a la larga en la participación cívica pegará porque no sabrán manejar los conflictos, que es importante para la civilidad”, recalcó.
Lo urgente
Cuidar a las infancias, crear una red de protección desde las instituciones gubernamentales, las escuelas, los medios de comunicación, padres de familia, que enseñen lo que es la civilidad y el respeto a las leyes, alejarlos de la violencia. Los adultos desde cada una de las instituciones dar ejemplos de un buen ciudadano.
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