¡Y los mariachis callaron…! Es cada vez más cierta esta frase a la realidad que viven hoy hombres y mujeres que vivían de la música, las fiestas; de alegrar momentos, de aligerar lo cotidiano, porque ese es y era su único sustento para sus familias. Cuernavaca el fin de semana se transformaba en fiesta y algarabía. Infinidad de músicos, grupos, norteños, tríos y mariachis se apostaban en las esquinas de Plaza de Armas y esperaban a los clientes, en ocasiones ni eso era necesario, las peticiones llovían por teléfono y se programaban una a una.
Julio César es padre de familia, desde hace al menos seis años comenzó con la “marachiada”, como le dicen. Aprendió a tocar la trompeta porque le gustó la música y al ver que a uno de sus hermanos le iba bien con las tocadas.
Debido a ello, los fines de semana comenzó a acompañarlo con algunas canciones, al ver que la ganancia era buena y en un fin de semana obtenía ganancias por arriba del trabajo que tenía como encargado de bodega en una empresa.
Al cabo del primer año, decidió dedicarse lleno a esa actividad, incluso entre semana las serenatas eran buenas y así se ganaba buen dinero.
Pero todo cambio con la llegada del Covid-19; la pandemia lo regresó a una terrible realidad.
Las fiestas se acabaron, la alegría de la gente ceso, y no hubo más llamados en el teléfono. Había fines de semana en que los eventos se dejaban de cubrir o se los pasaban a otros, porque no había tiempo que alcanzará para atenderlos.
Eso ya no existe, los días con mayor trabajo el día de las madres, los días de muertos, el mes de diciembre, el 14 de febrero los enamorados casi no les emociona el contratar música vernácula.
Sin embargo, no dejaba de ser una fecha importante, en cuanto a contrataciones y hoy a unas horas de esa fecha, el panorama parece incierto y desolador. Desde que inició la emergencia, la actividad disminuyó. Primero fue el semáforo rojo, y la cancelación de fiestas, ahora es por la crisis que enfrentan los ciudadanos que prefieren comer a organizar celebraciones.
Ya casi un año, que el “Mariachi Cuernavaca” no se reúne. De enero a la fecha han recibido llamados, pero solo para tocar marchas fúnebres y acompañar féretros.
“La situación es complicada, los 14 de febrero no eran de mucho trabajo como mariachis, pero había algunas que se cobraban de 2 mil pesos por una hora en el día y un poco más en las noches para las madrugadas”, dijo resignado Julio Cesar.