Hace cuatro décadas, en un tiempo donde los días parecían extenderse en un lento decurso, Enrique Anzures, un niño de apenas 12 años, se escapaba de su hogar para encontrarse con sus camaradas en la ribera del río. Era una época de alegres infancias y los manantiales del río Cuautla, como La Saucera, eran idílicos santuarios de biodiversidad y lazos de cohesión comunitaria.
“Antes de que engavionaran el río, por allá en el '82, veníamos a nadar en diferentes lugares", dice Enrique, con voz melancólica, mientras recorremos la misma orografía que, hace décadas, nutrió sus memorias más preciadas.
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El Enrique de hoy dista mucho del joven de aquellos años. Actualmente, ejerce como Director de Uso y Manejo Sustentable de la Comisión Estatal de Biodiversidad (Coesbio). Desde su posición, está volcado en esfuerzos de recuperación del área natural protegida del río, compartiendo sus descubrimientos a través de ponencias en escuelas y museos.
Este trabajo lo llevó a descubrir que, en 1715, Cuautla era un valle rodeado por dos ríos: el Bárcenas (hoy río Cuautla) y el Chiconahuapan, del que sólo quedan algunos registros. La reflexión es clara: los ríos, cuando el ser humano está cerca, tienden a desaparecer.
La memoria de un pasado más verde
Para la generación de Enrique, el área que hoy conocemos como el área núcleo del río Cuautla no tenía un nombre oficial.
"Nosotros lo conocíamos como el río Bárcenas, aunque ahora tiene otro nombre por la connotación de que está en el municipio de Cuautla, pero nuestros abuelos lo mencionaban de otra forma", apunta Enrique.
Había ocho manantiales que podían disfrutar:
- Santa Rosa
- Los Sabinos
- La Saucera
- Los Amates
- San Cristóbal
- Santiago
- Santa Lucía
- La Mora.
La Saucera era particularmente popular.
“Era muy bonito, porque además podías venir a cualquier hora y no había esta inseguridad que prevalece en estos lados. En Semana Santa pasaban hasta camiones de la gente que venía a estos lugares, y como era un lugar abierto, no se cobraba. Pasaban combis y camiones con gente que venía a nadar al río”, recuerda.
En aquella época, la rica biodiversidad del lugar todavía no había sido registrada científicamente. Lo que sí sabemos es que muchas de las especies que alguna vez prosperaron aquí, como la tortuga casquito, han desaparecido, al igual que los manantiales que las sostenían.
Ecosistemas perdidos, memorias que permanecen
De "La Saucera" sólo quedan los recuerdos y algunas fotos. Manantiales como San Cristóbal y Santa Lucía han desaparecido, y Los Amates parece caminar hacia el mismo destino.
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“Teníamos una variedad de manantiales donde podíamos venir a nadar, eran varios, que es lo que se conoce ahora como el área núcleo", señala Enrique.
Aunque en 1993 el área fue designada para conservación, la lucha contra la contaminación y la urbanización descontrolada continúa. Todavía hoy, estos factores amenazan el núcleo del río y las especies que habitan en él.
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