Con el inicio de la década de los 90 algunos cines cerraban por la crisis en la disminución de entradas ante la llegada de video caseteras y videoclubes de renta de películas, pero otros empresarios osados abrían sus puertas en Cuautla.
Es el caso del Cinema Insurgentes, que no tuvo el éxito esperado y en menos de una década acabó su breve historia. Sin embargo, en la memoria de la gente se quedaron algunos de los grandes estrenos que observaron en sus pantallas, entre las más exitosas Rambo III y El Rey León, una de las grandes joyas de Walt Disney.
El Cinema Insurgentes tenía dos Salas, 1 y 2, y en ambas se proyectaron películas de estreno principalmente. Se ubicaba en avenida Insurgentes en la colonia Emiliano Zapata, al norte de la ciudad.
A diferencia de los céntricos cines que existieron, como el Narciso Mendoza y el Robles 70, muchos cinéfilos que llegaban de los pueblos del sur y la zona oriente como Ayala, Jantetelco, Jonacatepec y otros lugares, tenían que pagar doble pasaje para llegar hasta sus instalaciones.
Esa era una diferencia económica importante que marcó una gran diferencia con respecto a las salas del centro de la ciudad. La película tenía que ser muy buena para que habitantes de los pueblos lejanos se animaran a visitarlo.
Así lo narra Josefina Jiménez, habitante de San Pedro Apatlaco, en Ayala, quien recuerda que en aquellos años (1993) fue a ver en compañía de sus dos hermanos la película Liberen a Willy.
“Era doble pasaje para cada uno, transbordar en el centro de Cuautla para ir a la colonia Zapata y luego caminar tres cuadras ya que la ruta no nos dejaba en las puertas del cine; pero por ver la película en la nueva sala íbamos hasta allá, por eso no fueron muchas películas que vimos porque era un gran gasto, además de que necesariamente teníamos que comprar algo para comer y beber”, comentó.
Y Óscar García narra con nostalgia cuando conoció a su amada Jacqueline Hernández: “En el Insurgentes tuve mi primera cita con la que todavía era mi amiga; ahí vimos El Rey León en 1994; quién iban a decir que ese noviazgo que inició al final de esa impactante película terminaría en un feliz matrimonio hoy ya a más de 25 años de distancia”.
Historias como esa seguramente no fueron las únicas, de ahí que el cine Insurgentes que hoy ha sido demolido y pronto será un área de locales comerciales, permanecerá en el recuerdo de un buen sector de la población: “Mi tía trabajaba en el cine Insurgentes y nos daba pases seguido para ver las películas, recuerdo varias de ellas como Congo, Pocahontas y Rambo III; al menos una vez por mes nos íbamos al cine”, comentó César Reynoso Guerra.
TAQUILLA DE RECUERDOS
Doña Teresa Reynoso Amaro es la tía de César Reynoso. Ella trabajó prácticamente en todos los cines de Cuautla, entre ellos el Insurgentes: “Inicié en el Río Cinema en 1984 en la taquilla, pero también estuve en el Robles 70, Narciso Mendoza, en Los Arcos, y en dos etapas en el Insurgentes, incluso cuando cambió de dueño ya que el primero fue un pastor que venía de Cuernavaca de apellido Martínez, así estuve dos años y siete meses hasta que me fui al cine de Los Arcos. De hecho, el dueño del Río Cinema fue el mismo que luego construyó el Insurgentes, un cine pequeño, pero cómodo con sus dos salas”.
Comenta que a su regreso el cinema Insurgentes había cambiado de manos y de nombre: “El dueño original le rentó el espacio a un empresario de la capital del país quien le cambió el nombre a Metrópolis y también intentaron con el nombre de Impecine, pero no pasó mas de un año antes de que cerrara sus puertas en definitiva. Ya en Metrópolis conocí a mi pareja que llegó de México, pero luego lo cambiaron a Cuernavaca donde abrieron otro cine con el mismo nombre”.
Asegura que el concepto no funcionó entre la gente, además de que tardaban mucho en cambiar las películas de la cartelera, “eso bajó las entradas y fracasó. En ambas ocasiones estuve al frente de la dulcería de una de las dos salas; se ofrecía de todo, dulces, nueces de la india, pasas con chocolate, refrescos, palomitas y tortas de pierna, jamón y de pollo; cuando se vino el cambio de dueño ya no vendíamos las tortas”.
“El refresco lo servíamos en vasos, de una envase familiar de vidrio sacabamos seis vasos que los dábamos recuerdo, a seis pesos”. Dijo que todos los trabajadores del cine Insurgentes, como en todos los demás cines, sabían su horario de entrada, pero no de salida ya que estaban sujetos a la duración de los filmes; “había películas que duraban hasta tres horas así que había jornadas donde íbamos saliendo a las 11 de la noche con la doble función, en mi caso vivía hasta el Infonavit de Tetelcingo pero muchas veces me quedaba en casa de mi madre que estaba a un costado del cine ya que a esa hora ya no había transporte”, comentó en su experiencia.
La encargada de la taquilla era Guadalupe Meneses, el recogedor de boletos se llamaba José e incluso se quedaba a dormir en el cine ya que también era el velador. “Entre los que proyectaban las películas estaban Salvador y Miguel y la administradora era la señora Yolanda Cabello, esos éramos parte de los trabajadores que estuvimos en el cine, además de los de limpia, en una etapa donde había cambios seguido de personal”.
UN TRISTE FINAL
Tras cerrar sus puertas, el edificio donde funcionó el cinema permaneció abandonado por muchos años, convirtiéndose en nido de vándalos y hasta basurero clandestino. Casi 20 años después, en agosto de 2018, debido a los desechos que acumuló, una chispa lo incendió poniendo en riesgo a las casas aledañas, pero sin pasar a mayores. Ese fue el final del pequeño cine y sus dos salas que ahora han sido demolidas.
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