Cada año al menos 700 familias enfrentan un riesgo enorme en temporada de lluvias por vivir cerca de los afluentes de las barrancas en Cuernavaca y casi un número igual en el municipio de Jiutepec. Tan solo en la capital del estado, las invasiones de las orillas de las 11 barrancas se convierten en zonas altas de peligro, el riesgo evidentemente aumenta no solo por el crecimiento imprevisto del afluente del agua y las inundaciones sino por eventuales derrumbes que afortunadamente en la entidad han sido pocas las tragedias por este tema; sin embargo, en este escenario hay dos visiones, quienes viven en barrancas en zonas de baja plusvalía y quienes habitan en colonias de mayor riqueza.
Aunque se habla y se promueve a la ciudad de la eterna primavera como un lugar donde sus barrancas son puntos de atractivo natural y como espacio de visita y atracción para el turismo, gradualmente estos lugares se han reducido, por la invasión urbana.
De las 11 barrancas más reconocidas en Cuernavaca, hoy la autoridad no cuenta con un dictamen serio sobre el nivel de invasión y como esos ambientes naturales y vegetación, incluso como conductos de aire y agua van sufriendo deterioro.
Aunque en distintos momentos las áreas gubernamentales, han anunciado programas de rescate y protección de las barrancas, todos han quedado en intentos, en momentos para la fotografía y en acciones a medias.
Por décadas seguramente desde el asentamiento de los primeros habitantes a la fecha, las barrancas en Cuernavaca han servido de desagües naturales, por donde el agua de las lluvias descarga y evita inundaciones, pero de acuerdo a las autoridades de Protección Civil en la capital eso no debe descartarse en la actualidad.
Una frase que ha sido acuñada entre los ciudadanos y expertos es que “el agua encuentra su cauce porque tiene memoria y tarde o temprano llegarán los daños”. Por el momento a pesar de la intensidad de algunas precipitaciones pluviales que han llegado a Cuernavaca, no se han presentado tragedias existen zonas de mucho riesgo en las que se pueden llegar a presentar deslizamientos o laderas por la caída de tierra.
El tamaño de esto, se pudo ver en el pasado sismo del 2017, cuando casas se derrumbaron en Alta Vista. Un escenario similar si es posible con las lluvias, aunque hasta hoy nada ha pasado. La autoridad, dice cumplir con su responsabilidad cuando notifica a las familias sobre el riesgo antes de cada periodo de lluvias en las minas, alta vista, Amanalco,, San Antón y subida a Chalma, entre otras.
En lo que respecta a Cuernavaca, Protección Civil, reconoce al menos ocho o diez zonas consideradas como de alto riesgo, y es que a la hora de invadir los afluentes no se miden las consecuencias.
Debido que en la actualidad no existe un censo sobre la cantidad de familias o casas habitación que se encuentran en un riesgo, pero la de Amanalco es la barranca con mayor preocupación debido que es donde confluyen la mayoría de las colonias de Cuernavaca.
Sobre la calle Simón Bolívar en el Salto de San Antón vive la señora Silva, a sus 70 años de edad, dice que el riesgo de vivir en el borde de la barranca ya se le olvido. Pero no es por la edad, sino porque ya se acostumbró con el paso de los años.
“Siempre nos dijeron cuando llegue aquí con mi esposo que debíamos tener cuidado, pero con los años se nos olvidó que esta la barranca, al contrario, lo fresco de allá llega todo el tiempo en la casa”.
Por eso, más que costumbre, comenta que le ha gustado vivir en esa parte de Cuernavaca toda su vida, si daba miedo sobre todo cuando el agua de la barranca crecía y se veía con fuerza se desliza en las laderas o sobre el talud. Pero después paso a ser parte de un bonito paisaje, y así prefieren verlo. Considera que en algún momento la naturaleza puede cobrar factura, pero será porque en ese lugar decidió con su familia vivir. Dice que a sus años respeta a la naturaleza en esa parte, sabe que si tienen respeto entonces no pasará nada como en todos estos años.
Muchos funcionarios, estudiosos y ambientalistas, expresa han ido a ese lugar para hacer de todo, a estudiar las plantas, la tierra, el agua, pero no les han dicho para qué, Doña Silvia aunque no tiene un gran paisaje de la ciudad, tiene lo mejor, el clima fresco de la barranca y un drenaje natural en tiempo de lluvias.
Mientras familias como la señora Silvia comparten este sentimiento, hay otras que desafortunadamente, han elegido vivir donde pueden o como pueden. Pero también hay otros que aprovecharon para construir residencias y apropiarse del espacio que les tocaba a las barrancas.
Sobre la calle Llamarada, el señor Gonzalo es jardinero en una enorme casa, le da mantenimiento al lugar, y explica de un enorme jardín que incluso ocupa la barranca, el cual se puede ver desde el puente que atraviesa el lugar.
Aunque esos lugares en Cuernavaca son áreas protegidas, muchos de los propietarios –muchos con poder económico- han “agarrado” parte de esa reserva y la han convertido en un jardín anexo al domicilio. Aunque por momentos, confiesa que el agua que pasa es sucia, y hasta olorosa, en temporada de lluvias se convierte en un espacio natural excepcional como un rio temporal, con agua y vegetación y sombra.
A los propietarios –de los cuales se reservó su identidad- no les preocupa haber alargado su propiedad a la barranca, porque no sabe si tienen documentos o permisos, pero ahora disfrutan de esa cañada.
De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua) cuyos datos datan desde el 2016, que fue el último censo, en la capital del estado había un registro de invasión por construcciones de casas de hasta un 40% en las barrancas, rebasando los ordenamientos de carácter legal que tiene ese organismo.
Incluso, el 25% de las casas en la capital del estado se encontraban en zonas de barrancas, y aseguró que la mayoría de las construcciones son de carácter histórico, es decir, no son recientes, ya que son de aproximadamente 25 años atrás.
Cabe decir además que desde el año 2011 existe firmado un convenio de custodia con el Ayuntamiento de Cuernavaca, por lo tanto, la invasión de las barrancas hoy está bajo la custodia del ayuntamiento capitalino, y es esta autoridad los que tienen la posibilidad de verificar que no se construya en zonas federales.
Apenas en el 2018, el Colegio de Morelos, presentó un Plan para el Manejo Integral del Sistema de
Barrancas del Norponiente de Morelos, allí se menciona un estudio realizado por Ingeniería y Consultoría de Morelos, (2013), cuyos resultados muestran la percepción social de las
Barrancas entre la gente, aunque el 62% de los encuestados afirmaron conocer cuál es la barranca
que está más cercana a su casa, no se demostraron certeza al identificarlas por nombre, solo informaron denominaciones que no corresponden a las barrancas, sino a las calles o formaciones geográficas.
“Sobre el uso que le da la gente que vive en las barrancas, solo el 10% reconoce tener propiedades sobre la barranca, aunque en los recorridos se pudo constatar que la mayoría de las casas se apropian de un espacio de barranca, como prolongación de su propiedad. En cuanto a la disposición de aguas negras y grises, los encuestados afirmaron tener drenaje o fosa séptica, pero solo 22% reconoce la descarga directa a la barranca, lo cual permite inferir, que existe un conocimiento claro sobre la afectación que causan, dado que la mayoría de las casas descargan aguas a las barrancas. En lo que se refiere a la basura, la gente no reconoce que tire basura, solo un 5.1% admitió hacerlo, pero, por el contrario, si reconocen que el vecino haga esta acción (41%)”.
Finalmente, en ese análisis del Colegio Morelos el cual solo quedó en el texto, refiere que La gente tiene una mala precepción en cuanto a residir a la periferia de la barranca, del total de los encuestados, 67.1%, afirmaron que no constituye una ventaja vivir en éstas áreas aledañas a las barrancas. Cuando se cuestionó si han considerado cambiar de lugar de residencia, el 85.9% respondió que no lo haría.
Finalmente, los expertos en el tema ambiental, plantearon que eran tres principales problemas que están presentes en este tema: contaminación por basura y drenajes a cielo abierto, inseguridad y proliferación de fauna nociva, no obstante, la gente, siempre insistió que esos problemas no afectan en lo más mínimo para llevar a cabo su vida cotidiana. Lo cual es consecuente al registrar un 64% respecto a que no participan en acciones para dar solución a la problemática de las barrancas.
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