María Ascensión Hernández, quien tenía su domicilio en el callejón Sor Juana Inés de la Cruz, cerca de la Alameda de Jojutla, no pudo acceder a los programas federal y estatal destinados para la reconstrucción de viviendas, debido a la falta de documentos.
Para sobrevivir, la mujer de 60 años de edad vende tamales y chicharrones caseros que transporta en un carrito de supermercado, ya que fue excluida de los apoyos del Gobierno federal y estatal porque en el sismo perdió todos sus documentos y cayó enferma.
“Después del sismo me la pasaba llorando”, explicó. Cayó enferma a consecuencia de la depresión y nadie se acercó para brindarle ayuda, pues no pudo pedirla hasta que logro superar el trauma. "Entonces, me acerqué a Unidos por Morelos, pero me encontré con la sorpresa de que pedían tanto el acta de defunción de mi esposo y los papeles que acreditan la propiedad, los cuales no tengo", indicó. En tanto, dejó de insistir y de preocuparse por rescatar sus objetos.
Un hombre se acercó a ella para entregarle una despensa en un carrito de supermercado: "No se imagina cómo me ha servido este carrito para vender mis tamales", comentó al manifestar que se esfuerza por salir adelante por ella misma.
Ascensión Hernández aseguró que no le da pena dedicarse a vender tamales, ya que "gracias a Dios tengo manos y así voy saliendo adelante, y sobreviviendo, hasta que Dios me de licencia”, pues se siente orgullosa de sus tamales que hace y que sale a vender.
Recordó que en la privada Sor Juana Inés de la Cruz tenía su hogar, ahí nacieron sus hijos; sin embargo, su casa se cayó, por lo que ahora vive en el número 603 de la calle Zayas Enríquez, en el barrio de Las Calaveras, otra vivienda de su familia que también resultó dañada, pero que poco a poco con el apoyo de sus hijos reconstruirá.
Asimismo, lamentó que mucha gente quedó fuera de los programas gubernamentales porque no recibieron ayuda, y que otros que sí lo recibieron, también siguen con problemas para reconstruir sus casas, pues esperan apoyo para reconstruir. No obstante, ella no recibió al menos unos pesos para comprar un refresco, pero no se quedará cruzada de brazos.
No me doy por vencida, no me da vergüenza vender en la calle, ya que poco a poco saldré adelante.