/ miércoles 16 de junio de 2021

Viveristas cuidan las plantas como si fueran sus propios hijos

Desde hace varios años, Blanca, Gustavo y Omar se dedican a esta importante labor que los llena de vida

Para un viverista, las jornadas de trabajo no tienen un principio ni un fin: puedes empezar a trabajar desde muy temprano y terminar muy noche, e iniciar la siguiente jornada muy de noche y concluirla a cualquier hora del día siguiente. Gustavo González, viverista de corazón y docente de profesión, lo compara con ser padre. Para él, una planta enferma se cuida igual que un hijo enfermo.

“Cada planta es un hijo de nosotros; te lo digo con esa vehemencia porque para mí mis plantas, cada planta que yo vea que le falta algo, es como tener un hijo enfermo y yo le doy lo que necesita”, afirma Gustavo.

Estamos rodeados por miles de hijos. En un vivero de Santa Inés, Gustavo, Omar y Blanca nos reciben en medio de nochebuenas, helechos y teléfonos que crecen pacíficamente en su sitio. Cada uno a su ritmo, pacientemente, pero si algo sale mal hay un médico dispuesto a atenderlos.

“Los amigos que he tenido me han ayudado mucho, sobre todo Omar, que me enseñó a producir la nochebuena y si tengo alguna duda o algo él me asesora incondicionalmente. Él es un gran amigo. En esta área del viverismo, como en todos lados, hay gente buena y gente que te va a envidiar. Gente que te va a ayudar, a proteger y que siempre va a estar a tu lado. Por ese lado he sido muy afortunada, porque he tenido gente buena a mi alrededor”, dice Blanca, contadora de profesión.

Blanca, Omar y Gustavo forman parte de la Unión de Viveristas y Fruticultores de la República Mexicana A.C., una asociación civil creada hace tres años para ayudar a quienes han elegido las plantas y flores como una forma de vida en Cuautla y la región. Sólo en las localidades de Cocoyoc y Cuautla se estima que existen más de 700 viveristas, quienes diariamente pueden enfrentarse a la falta de apoyo de las autoridades, una realidad que contrasta de forma triste con otra afirmación: que esta región es “el ombligo” del viverismo nacional y lo tiene todo para crecer aún más.

“Aquí es el ombligo del mundo y todo crece. Somos privilegiados en tener esta tierra”, sostiene Omar Hernández, presidente de la asociación civil.

Omar, “médico de plantas”, es técnico agrónomo y lleva 25 años en el viverismo. En su vivero, el espacio donde hoy nos recibe junto a sus amigos, no sólo cultiva plantas ornamentales, sino también hortalizas como el pepino y el jitomate. Omar es, definitivamente, el tipo de persona a la que hay que consultar cuando algo malo ocurre con una planta.

“Cultivo nochebuenas, helechos, teléfonos, cunas de moisés, pepinos, jitomates y tradescantia”, enumera.

Y es también alguien propositivo. En los últimos años, este grupo de viveristas, junto con la Sociedad de Producción Rural de Responsabilidad Limitada Floricultores Nacionales Mundo Verde, han propuesto al ayuntamiento de Cuautla varias iniciativas para mejorar la imagen urbana del municipio. Durante su administración, el presidente municipal Jesús Corona Damián convocó a este grupo de viveristas a realizar un montaje floral sobre la avenida Reforma, el principal acceso a la localidad. La idea era transformar el bulevar en un corredor floral de gran calidad y los productores dedicaron horas. Al final, el proyecto no tuvo continuidad. Como este caso, el grupo ha tenido que enfrentarse a varios muros a la hora de plantear propuestas de desarrollo para el sector.

Omar, Blanca y Gustavo se han dedicado desde hace varios años a cultivar y cuidar plantas en un vivero de Santa Inés.

Poco a poco, los compradores han regresado a adquirir plantas para adornar sus casas.

Unidos ante la pandemia

Las plantas y flores no son un producto de primera necesidad. Eso está muy claro para Gustavo, quien reconoce que la pandemia de la covid-19 se convirtió en uno de los periodos más difíciles que han vivido los viveristas de la región. Al suspenderse los eventos sociales, las festividades de fin de año y, en general, las reuniones en las que siempre hay presente al menos un arreglo floral, sus ventas disminuyeron considerablemente. Aun así, lograron salir adelante.

“Clarísimo que nos pegó a todos, y no es un artículo de primera necesidad el viverismo, pero es muy generoso y bendecido”, relata.

Uno de los momentos más complicados llegó a fines de año, cuando la venta de nochebuena se enfrentó al mismo dilema:

“Nos costó mucho trabajo venderla, porque no tuvimos espacio para exhibir y aparte la gente no quiso salir de casa. Tuvimos muchos problemas para vender, pero aún así sacamos el producto”, recuerda Omar.

Sacar el producto no significa lo mismo que tener ganancias. De hecho, apenas pudieron recuperar sus inversiones y cubrir el sueldo de sus trabajadores, algo que catalogaron como una prioridad.

“Logramos rescatar algo, como la inversión y un poquito de ganancia para los trabajadores, que es lo que más nos inquieta: tener el salario para ellos”, agrega el técnico.

Para Gustavo, por su parte, una de las claves para haber subsistido en la etapa más adversa fueron los ahorros de cada uno y la solidaridad entre los compañeros: cuando alguien tenía ventas bajas y a otro le iba mejor, éste le compraba a quien lo necesitaba y la dinámica se fue replicando cada semana.

“Nosotros lo que hacemos cuando la situación se pone apretada por ese tipo de contingencias es que comercializamos entre nosotros. Como viveristas, nos apoyamos a nosotros mismos: el que tiene un margen de tener un buen tiro de venta, de mandar un camión, dos camiones de planta y tiene la capacidad de comprar planta pequeña a los compañeros para volver a llenar, lo hace. Y esto es un circulante de dinero y de apoyo mutuo entre los viveristas. Así es como nos manejamos”, explica Gustavo, docente de profesión.

A partir de febrero, los tiempos empezaron a cambiar. Poco a poco, los compradores en masa han vuelto a Cuautla en busca de sus plantas, lo mismo para hoteles de Acapulco que para espacios situados en el norte del país.

“Desde febrero ya vienen a cargar de Tijuana, Hermosillo, el norte, el centro del país y Acapulco, donde son hoteles y están viniendo a comprar. Ya empezaron a reactivar el negocio. Ahí vamos, gracias a ellos también, porque vivimos por ellos”, dice Omar.

En el lugar podrás encontrar gran variedad de plantas que son cuidadas con el mismo amor que se cuida un hijo / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Sembrar y crecer

Si las plantas son para ellos como hijos que cuidar, el negocio en general es una planta que, una vez sembrada, hay que procurar para que se desarrolle. Hace tres años, este grupo, conformado hoy por un total de 10 viveristas, decidió unirse con un objetivo en común, identificados por el compañerismo y la amistad. Desde entonces, la asociación civil y la sociedad de producción rural ha buscado seguir posicionando el viverismo de Cuautla y hacerlo crecer hacia nuevos horizontes.

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Para un viverista, las jornadas de trabajo no tienen un principio ni un fin: puedes empezar a trabajar desde muy temprano y terminar muy noche, e iniciar la siguiente jornada muy de noche y concluirla a cualquier hora del día siguiente. Gustavo González, viverista de corazón y docente de profesión, lo compara con ser padre. Para él, una planta enferma se cuida igual que un hijo enfermo.

“Cada planta es un hijo de nosotros; te lo digo con esa vehemencia porque para mí mis plantas, cada planta que yo vea que le falta algo, es como tener un hijo enfermo y yo le doy lo que necesita”, afirma Gustavo.

Estamos rodeados por miles de hijos. En un vivero de Santa Inés, Gustavo, Omar y Blanca nos reciben en medio de nochebuenas, helechos y teléfonos que crecen pacíficamente en su sitio. Cada uno a su ritmo, pacientemente, pero si algo sale mal hay un médico dispuesto a atenderlos.

“Los amigos que he tenido me han ayudado mucho, sobre todo Omar, que me enseñó a producir la nochebuena y si tengo alguna duda o algo él me asesora incondicionalmente. Él es un gran amigo. En esta área del viverismo, como en todos lados, hay gente buena y gente que te va a envidiar. Gente que te va a ayudar, a proteger y que siempre va a estar a tu lado. Por ese lado he sido muy afortunada, porque he tenido gente buena a mi alrededor”, dice Blanca, contadora de profesión.

Blanca, Omar y Gustavo forman parte de la Unión de Viveristas y Fruticultores de la República Mexicana A.C., una asociación civil creada hace tres años para ayudar a quienes han elegido las plantas y flores como una forma de vida en Cuautla y la región. Sólo en las localidades de Cocoyoc y Cuautla se estima que existen más de 700 viveristas, quienes diariamente pueden enfrentarse a la falta de apoyo de las autoridades, una realidad que contrasta de forma triste con otra afirmación: que esta región es “el ombligo” del viverismo nacional y lo tiene todo para crecer aún más.

“Aquí es el ombligo del mundo y todo crece. Somos privilegiados en tener esta tierra”, sostiene Omar Hernández, presidente de la asociación civil.

Omar, “médico de plantas”, es técnico agrónomo y lleva 25 años en el viverismo. En su vivero, el espacio donde hoy nos recibe junto a sus amigos, no sólo cultiva plantas ornamentales, sino también hortalizas como el pepino y el jitomate. Omar es, definitivamente, el tipo de persona a la que hay que consultar cuando algo malo ocurre con una planta.

“Cultivo nochebuenas, helechos, teléfonos, cunas de moisés, pepinos, jitomates y tradescantia”, enumera.

Y es también alguien propositivo. En los últimos años, este grupo de viveristas, junto con la Sociedad de Producción Rural de Responsabilidad Limitada Floricultores Nacionales Mundo Verde, han propuesto al ayuntamiento de Cuautla varias iniciativas para mejorar la imagen urbana del municipio. Durante su administración, el presidente municipal Jesús Corona Damián convocó a este grupo de viveristas a realizar un montaje floral sobre la avenida Reforma, el principal acceso a la localidad. La idea era transformar el bulevar en un corredor floral de gran calidad y los productores dedicaron horas. Al final, el proyecto no tuvo continuidad. Como este caso, el grupo ha tenido que enfrentarse a varios muros a la hora de plantear propuestas de desarrollo para el sector.

Omar, Blanca y Gustavo se han dedicado desde hace varios años a cultivar y cuidar plantas en un vivero de Santa Inés.

Poco a poco, los compradores han regresado a adquirir plantas para adornar sus casas.

Unidos ante la pandemia

Las plantas y flores no son un producto de primera necesidad. Eso está muy claro para Gustavo, quien reconoce que la pandemia de la covid-19 se convirtió en uno de los periodos más difíciles que han vivido los viveristas de la región. Al suspenderse los eventos sociales, las festividades de fin de año y, en general, las reuniones en las que siempre hay presente al menos un arreglo floral, sus ventas disminuyeron considerablemente. Aun así, lograron salir adelante.

“Clarísimo que nos pegó a todos, y no es un artículo de primera necesidad el viverismo, pero es muy generoso y bendecido”, relata.

Uno de los momentos más complicados llegó a fines de año, cuando la venta de nochebuena se enfrentó al mismo dilema:

“Nos costó mucho trabajo venderla, porque no tuvimos espacio para exhibir y aparte la gente no quiso salir de casa. Tuvimos muchos problemas para vender, pero aún así sacamos el producto”, recuerda Omar.

Sacar el producto no significa lo mismo que tener ganancias. De hecho, apenas pudieron recuperar sus inversiones y cubrir el sueldo de sus trabajadores, algo que catalogaron como una prioridad.

“Logramos rescatar algo, como la inversión y un poquito de ganancia para los trabajadores, que es lo que más nos inquieta: tener el salario para ellos”, agrega el técnico.

Para Gustavo, por su parte, una de las claves para haber subsistido en la etapa más adversa fueron los ahorros de cada uno y la solidaridad entre los compañeros: cuando alguien tenía ventas bajas y a otro le iba mejor, éste le compraba a quien lo necesitaba y la dinámica se fue replicando cada semana.

“Nosotros lo que hacemos cuando la situación se pone apretada por ese tipo de contingencias es que comercializamos entre nosotros. Como viveristas, nos apoyamos a nosotros mismos: el que tiene un margen de tener un buen tiro de venta, de mandar un camión, dos camiones de planta y tiene la capacidad de comprar planta pequeña a los compañeros para volver a llenar, lo hace. Y esto es un circulante de dinero y de apoyo mutuo entre los viveristas. Así es como nos manejamos”, explica Gustavo, docente de profesión.

A partir de febrero, los tiempos empezaron a cambiar. Poco a poco, los compradores en masa han vuelto a Cuautla en busca de sus plantas, lo mismo para hoteles de Acapulco que para espacios situados en el norte del país.

“Desde febrero ya vienen a cargar de Tijuana, Hermosillo, el norte, el centro del país y Acapulco, donde son hoteles y están viniendo a comprar. Ya empezaron a reactivar el negocio. Ahí vamos, gracias a ellos también, porque vivimos por ellos”, dice Omar.

En el lugar podrás encontrar gran variedad de plantas que son cuidadas con el mismo amor que se cuida un hijo / Gude Servín | El Sol de Cuautla

Sembrar y crecer

Si las plantas son para ellos como hijos que cuidar, el negocio en general es una planta que, una vez sembrada, hay que procurar para que se desarrolle. Hace tres años, este grupo, conformado hoy por un total de 10 viveristas, decidió unirse con un objetivo en común, identificados por el compañerismo y la amistad. Desde entonces, la asociación civil y la sociedad de producción rural ha buscado seguir posicionando el viverismo de Cuautla y hacerlo crecer hacia nuevos horizontes.

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