PARIS, Francia – Aunque triunfe en la consulta del próximo domingo y el Parlamento regional proclame la independencia de Cataluña, ese gesto tendrá un fuerte impacto simbólico, pero carecerá de relevancia política porque fue declarado ilegal por la justicia constitucional y el gobierno de España y tampoco será reconocido por los otros países de la Unión Europea (UE).
El tema catalán sobrevoló en forma opresiva la cumbre del jueves en Tallin. Para los 28 miembros de la UE, el tema no ofrece demasiados motivos de discusión porque los catalanes no son un pueblo oprimido ni su situación es comparable a la que vivían los kurdos en Irak en épocas de Saddam Hussein.
En ausencia de Mariano Rajoy, que prefirió permanecer en Madrid para no “internacionalizar” la cuestión catalana, ningún jefe de Estado o de gobierno de la UE quiso abordar el tema en público, aunque es obvio que hubo consultas y discusiones a puertas cerradas.
Es que desde hace tiempo la UE tiene una clara posición sobre el tema. La Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, repite sin cesar que “es necesario respetar el orden jurídico y la Constitución” de los países miembros y se niega en forma obstinada a comentar la estrategia del gobierno de Madrid.
Esa actitud obedece a que nadie quiere asumir el riesgo de legitimar la iniciativa catalana a riesgo de abrir una temible caja de Pandora: una reacción en cadena de reivindicaciones de autodeterminación en los otros países de la UE.
Esa amenaza incluye Gran Bretaña, que tiene pendiente sobre la cabeza la espada de Damocles que representa el movimiento independentista de Escocia, Gales, Eire (Irlanda del Norte) y la isla de Man; a Bélgica que tiene dificultades para contener las aspiraciones de flamencos y valones; a Francia con sus corsos y, en menor, medida con los bretones; a Italia con la Padania; Suecia arrastra las reivindicaciones de Scania. La lista es infinita.
En Europa, un continente donde hay numerosas reivindicaciones dormidas, cada país tiene una o dos bombas de tiempo que podrían estallar con el menor incentivo exterior.
Teniendo en cuenta que la situación llegó a un punto de no retorno, las autoridades de Bruselas están convencidas de que ahora la actitud más sabia consiste en esperar hasta el lunes 2 y en ese momento ver cómo reanudar el diálogo político entre Madrid y Barcelona para encontrar una solución negociada y razonable.