Para el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos (CDHM), Raúl Israel Hernández Cruz, la estrategia de seguridad para prevenir la violencia contra las mujeres no ha dado los resultados que la ciudadanía esperaba, pues el número de feminicidios no ha podido reducirse, al igual que el homicidio doloso, en los parámetros que la población demanda.
“Lo único que esto revela es que hacen falta muchos ajustes a la estrategia de seguridad, para dar los resultados esperados por parte de la ciudadanía. La alerta de genero, desde su diseño, aunque ha sido bien intencionado, con una finalidad valiosa para la población y las mujeres, tampoco ha tenido la eficacia esperada”
El Ombudsperson coincidió en la perspectiva que las organizaciones civiles tienen sobre el tema para que ese protocolo se extienda a todos los municipios de Morelos, pues actualmente solo se aplica en Cuautla, Cuernavaca, Emiliano Zapata, Jiutepec, Puente de Ixtla, Temixco, Xochitepec y Yautepec, donde existe un alta incidencia de feminicidios.
Pero existen otras localidades como Miacatlán, Coatlán del Río, Zacatepec, Jojutla, Amacuzac, Xoxocotla, Huitzilac y Tepoztlán, donde a lo largo de los últimos años se han reportado asesinatos contra mujeres.
Violencia: de mujer a mujer
De acuerdo con el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la violencia hacia las mujeres no siempre proviene del sexo opuesto, sino también de las propias mujeres con las que conviven a diario y que asumen comportamientos de superioridad, aceptan especialistas en género; dado que más del 40 por ciento de las mujeres que se casan habitan en la casa de los padres o familiares de sus parejas y suelen ser víctimas de sus suegras, cuñadas o hasta concuñas.
La investigadora del CRIM, Carolina Agoff Boileau, habló del estudio sobre Violencia de género en comunidades indígenas, en éste uno de los principales hallazgos es que es la suegra quien ejerce violencia sobre su nuera, misma que queda por debajo del interés del valor de esta figura dentro del organigrama familiar.
“Llevamos a cabo grupos de discusión para recabar información cualitativa. Logramos acceder a 15 mujeres líderes en sus comunidades, provenientes de diferentes poblaciones indígenas, como rarámuri, otomí, nahua, maya y mixe. Con una amplia conciencia de la desigualdad de género y de la situación de ellas y las niñas en sus pueblos, nos dieron un panorama de los diferentes tipos de agresiones que se padecen, y a partir de ahí se hicieron cuatro grupos más: dos en Oaxaca con mixes, y dos en Yucatán, con mayas”, detalla la experta.
Reconoce que limitar la violencia contra la mujer solo ejercida por hombres, es un error que no permite ver la complejidad del problema, el cual se agrava con la “residencia patrivirilocal”, es decir, que el varón habita con su esposa en el hogar paterno.
La violencia que ejerce la suegra o las demás mujeres integrantes de la casa no solo es física, sino “humillaciones, o hacer chismorreos o rumores, sobre la conducta de la joven”, de acuerdo a las investigadoras, el objetivo principal de ello es mantener el sistema patriarcal en donde la mujer debe estar subordinada al hombre que es quien se encarga de la manutención.
“El patriarcado en este tipo de sociedades se define por la subordinación al varón, la residencia y la propiedad. Ellas quieren asegurar lealtad con el varón que trae dinero a la casa. Asimismo, está en juego la ‘decencia’, que la mujer joven no ponga en riesgo el ‘honor’ de la familia. Ella no debe provocar a los hombres, ni acudir a los centros de salud con el propósito de planificar su familia, por ejemplo. Hay un control estricto sobre su conducta pública que, en general, ejerce la suegra porque el marido está trabajando”.
Con información de Katy Cárdenas