Esos ojos reflejan todos los sentimientos juntos, una gama de expresiones en las líneas de sus caras por todo el sufrimiento acumulado en estos años y el cuerpo que reciente el peso de la ausencia obligada y no deseada. A pesar de todo siguen siendo madres, padres, hijas o hijos de los ausentes; solo escucharlas hablar uno puede darse cuenta de la estoica voluntad que tienen para continuar su búsqueda porque desde la desaparición del ser querido todo dejó de tener mucho sentido, las navidades y reuniones familiares son buenas, pero ya no igual.
Hasta el momento, de acuerdo a la información que tienen las instituciones oficiales, en Morelos hay un total de tres mil 988 personas reportadas como desaparecidas. De este total general, dos mil 022 hombres y mil 964 mujeres; de este número uno es identificado como indeterminado y de otro se desconoce el sexo, se trata de un neonatal.
De acuerdo a la versión oficial de la Fiscalía y de la Comisión de Búsqueda, al cierre del 2021 han sido localizados 900 hombres y desaparecido mil 072 personas, además se desconoce el estatus de 50 hombres. De la misma manera han sido localizadas mil 323 mujeres y desaparecidas 614, también se desconoce el estatus de 27 mujeres.
Pero estas son solo cifras, los familiares de las llamadas víctimas de la violencia también lo son del dolor personal y familiar, del enredo burocrático y oficial donde los expedientes y las denuncias nunca avanzan.
Así el dolor lo arrastran por años y años al ver que no pasa nada, participan en marchas, en reuniones llenas de promesas con funcionarios menores, duermen poco, comen cuando se acuerdan, sus vidas han cambiado por completo. La esperanza las mantiene vivas, activas, fuertes, contestatarias y pendientes.
La señora Dolores, detrás del cubrebocas, muestra unos ojos tristes, recuerda que su hijo desapareció en mayo del 2018, ni siquiera desea hablar de la Navidad ni del fin de año, desea que pase el tiempo rápido para que pueda avanzar la investigación y se pueda ubicar a su joven hijo, “para mí no hay fiesta, para mí no hay nada que sea igual otra vez, nos hace falta mi hijo, para mí es lo más importante. No hay días que celebrar ni días de las madres o padres. Ninguna”, advirtió. Incluso se olvidó de sonreír, su cara incluso no muestra ninguna mueca oculta detrás de lentes oscuros. Pero eso sí, porta orgullosa la foto de su hijo, el cula no sabe dónde está.
Hace siete años, a la señora Tranquilina Hernández Lagunas le cambió la vida para siempre, “su niña”, que es como se refiere a su hija Mireya Montiel Hernández, desapareció en Cuernavaca la mañana del 13 de septiembre de 2014, hasta ahora no tiene información de ella.
El sentimiento se palpa, mencionar el tema hace que el dolor regrese fuerte y se agolpa en la garganta, en los ojos, en la voz. La sola mención de su caso aumenta su dolor, provoca tristeza y al mismo tiempo enojo, pero la memoria y el recuerdo no se mueven, “pasa el tiempo y no sabemos dónde están; da coraje porque nos deben dar respuesta y no lo hacen; hay tristeza y depresión porque la búsqueda no concluye y todo el tiempo sigue, el que no haya respuesta molesta”.
Desde septiembre la tristeza por el vacío aumenta porque es el mes que no supo más de su pequeña. Ella lleva siete años de búsqueda incansable. En todo ese tiempo, estas fechas de Navidad no tienen valor alguno.
“Ya son siete años –dice mientras su mirada triste se pierde en la distancia- pero ninguna familia celebramos porque en la mesa donde se sientan los hermanos, los tíos, los sobrinos y la demás familia falta mi hija”.
Tranquilina Hernández busca integrarse a su familia cuando se reúnen porque mientras ellos dan gracias por tener a toda su familia reunida un año más, “yo le pido a Dios que me regrese a mi hija. No hay nada que festejar, tenemos una cama vacía, una silla vacía a la hora de la cena, no tenemos fiestas, es muy difícil celebrar algo”.
Y es que esa angustia crece, sobre todo porque mientras muchas familias se preparan para reunirse, para ellas su dolor se recrudece. Recordó que el 13 de septiembre ya no volvió a ver a su hija, el 09 de diciembre su hija cumple años y aumenta su dolor, por eso Navidad y Año Nuevo ya no representan nada, como todos los familiares de las víctimas, solo desean que pasen los días para que continúe la investigación de su caso.
Es el mismo caso de Angélica Rodríguez Monroy, madre de Viridiana Anaid Morales Rodríguez, desaparecida el 12 de agosto de 2012, ella es integrante del colectivo Regresando a Casa Morelos. Menciona que para en estas fechas no hay nada que agradecer. De acuerdo a su experiencia en las oficinas gubernamentales destaca que “muchas veces hay un sentimiento de frustración, y como siempre, de rabia, coraje, decepción porque la esperanza se va acabando poco a poco luego de este gobierno, porque a la fecha no hay ningún avance”.
Las mujeres buscadoras recordaron que al menos mil 57 personas permanecen en calidad de desaparecidas y no localizadas. A cuatro años de haberse suspendido los trabajos de exhumación de la fosa irregular en Jojutla, creen que aún quedan restos humanos por extraer e identificar; de los 119 cuerpos encontrados en la fosa de Tetelcingo, solo 12 han sido entregados a sus familias.
Mientras que sobre los casi 400 cuerpos inhumados recientemente en un panteón ministerial —que estaban bajo resguardo del Servicio Médico Forense en Cuautla, Cuernavaca y Jojutla—, aún persisten dudas sobre qué acciones periciales se realizaron antes de su último traslado y si se buscó a todas las familias de las personas que sí pudieron ser identificadas.
Por todo eso y más las mujeres coinciden en que no hay nada que celebrar, al menos para sus familias que no abandonan la esperanza de que ese ser ausente pueda aparecer un día y nuevamente recibirlo con un abrazo para así poder acabar con sus lágrimas y su tristeza.
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