En tan sólo 10 días, un tercer inmueble perteneciente a la Diócesis de Cuernavaca fue robado y saqueado, la casa parroquial y oficinas en Atlatlahucan.
A través de redes sociales, el jerarca católico, Ramón Castro Castro, denunció el hecho señalando que las parroquias de la Diócesis de Cuernavaca están viviendo una ola inaudita de robos, ya que en menos de 10 días se han saqueado al menos tres capillas, la más reciente la noche de este lunes.
“Las parroquias de nuestra Diócesis de Cuernavaca están viviendo una ola inaudita de robos. Anoche la casa parroquial y oficinas de Atlatlahucan han sido robadas y saqueadas. ¡La tercera parroquia en 10 días! Como suele suceder la impunidad habrá de reinar. Dios nos ayude”.
A inicios de esta semana, el líder religioso pidió a las autoridades encargadas de la seguridad no ser impunes y resolver las denuncias que se han presentado por robos en las iglesias de Morelos, que desde 2015 han estado a la orden del día.
Luego de que la semana pasada se registraron dos robos en Tlaltizapán y Jiutepec, específicamente en las capillas de Nuestra Señora de Guadalupe, en la colonia Otilio Montaño de Santa Rosa Treinta y del Señor de la Cosecha de Progreso, respectivamente, donde no sólo hurtaron objetos litúrgicos sino también destrozaron la capilla, suplicó a las autoridades resuelvan las denuncias presentadas, evitando haya impunidad, lo cual, aclaró “motiva a los delincuentes, no se hace nada entonces hacen lo que ellos quieran”.
En lo que va del año cinco capillas han sido víctimas de estos hechos delictivos en Jojutla, dos en Tlaltizapán, Jiutepec y ahora en Atlatlahucan.
Ante la ola de violencia e inseguridad en el estado, varias parroquias han puesto cámaras de seguridad con el propósito de estar más tranquilos y seguros, teniendo el control de quién entra y sale. De 114 iglesias en la entidad, el cinco por ciento ha implementado este tipo de seguridad privada.
De acuerdo al Centro Católico Multimedial (CCM), en 2019 Morelos se encontraba entre las entidades del país donde se registraron los ataques de mayor impacto contra clérigos y comunidad católica, así como templos afectados. Los hurtos iban principalmente de dinero en las alcancías de limosnas, así como aparatos y objetos litúrgicos, como vasos, copones y cálices; en la mayoría de los casos, los hechos fueron perpetrados por ladrones que actuaban en solitario.
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