/ viernes 6 de noviembre de 2020

Doña Mary teme que crisis económica afecte estudios de sus hijas, en Los Cabos

La situación económica de María del Carmen se ha complicado debido al Covid-19, sin embargo, dice que sus hijas le "inyectan" ganas para seguir adelante

Los Cabos, BCS.- Cansada y con mucha hambre, María del Carmen Dorantes llega a su hogar ubicado en terrenos invadidos y sin servicios públicos, conocidos como "Caribe bajo", en el municipio de Los Cabos, Baja California Sur, zona considerada como de alto riesgo ya que cerca de su vivienda corre un arroyo que durante temporada ciclónica recibe importantes descargas de agua que se dirigen al mar y suelen arrasar con todo lo que encuentran a su paso.

Con voz entrecortada y lágrimas que se asoman en sus ojos, comenta tener una situación económica muy precaria, forjando a sus hijas como padre y madre. Irlanda y Natalia (de 15 y 14 años) son estudiantes de secundaria y preparatoria, para lo cual tuvo que sacar a crédito un teléfono celular para que pudieran continuar con sus estudios en línea, aunque reconoció que es difícil para ellas, ya que como mamá no puede ayudarlas; una porque estudió solo hasta la primaria y la otra es porque tiene que levantarse desde las 4 de la mañana para que le alcance el tiempo para llegar puntual a su trabajo (7:00 am), porque por esa zona no hay transporte público.

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Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

Su jornada laboral le permite retornar a su casa a las 19:00 horas, esfuerzo que realiza de lunes a sábado para poder obtener el sustento económico y el cual viene desempeñando desde hace como tres meses en este nuevo empleo.

La obra en la que se desempeña consiste en limpiar las áreas que le asignan. Ella barre, sacude, saca el escombro, desmancha el piso, limpia vidrios, puertas y paredes por un salario semanal de 1000 pesos, dinero que debe estirar para que le alcance; distribuye 700 pesos en alimentos para poder comer una semana, compra lo básico (frijol, arroz, puré, sopas, azúcar, aceite y hace cálculos para poder llevar carne de res o pollo, sino compra carne de puerco que es más barata. El resto es para las recargas al celular de sus hijas para que cumplan con sus clases en línea, deja un ahorro para el pago de la luz que es por lo regular de 300 pesos cada mes, cobro que le parece elevado ya que solo cuenta con tres focos, un refrigerador, la televisión pequeña y dos abanicos; el gas le cuesta casi los 700 pesos y lo adquiere por lo menos cada 6 meses, sin contar lo que gasta en ropa para sus hijas que la saca a crédito y la va pagando en mensualidades.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

El día de la entrevista, doña María del Carmen llegó a alrededor de las 19:20 horas y en su rostro podía verse el cansancio que la agobia, ya que con esfuerzo logra levantar sus pies y coloca las sillas, enseguida ocupa ella un lugar al lado de la mesa y se escucha su respiración acelerada, antes de decir que le pone ganas a la vida, sin perder el ánimo, por el hecho de llegar a casita y ver a sus hijas que ama, quienes son su razón de vida y le "inyectan" las ganas de seguir adelante.

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Tras descansar un rato se dispuso a preparar la cena, pero primero fue a comprar a la tienda de la esquina tomate que le costó 30 pesos, un kilo de tortilla 20 pesos, en total gastó 50 pesos y como solo llevaba esa cantidad no le alcanzo para el queso, el cual iba a ser agregado a los chilaquiles parar estuvieran más sabrosos, sin embargo, también les puso ajo, cebolla y epazote.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

Durante los días del confinamiento y la caída de la economía a causa de la pandemia, doña María del Carmen dijo que pudo alimentarse gracias a las despensas que distribuyeron elementos de la marina. En los paquetes había productos de la canasta básica: arroz, frijol, atún, azúcar, lentejas, harina, maseca y aceite, así como algunos enseres de limpieza para el hogar y para el aseo personal como cloro, pinol, jabón en polvo, jabón de baño y papel sanitario, ello gracias a las acciones de altruismos que están desarrollando en conjunto empresarios, fundaciones y asociaciones civiles de Los Cabos.

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Doña María del Carmen, de 47 años de edad, procedente del estado de Guerrero, llegó a Los Cabos hace 17 años, aquí conoció al padre de sus dos hijas, fueron fincando su vivienda con pedazos de madera que se encontraban por allí tirados, levantando su patrimonio en una zona catalogada por Protección Civil Estatal y Municipal como de alto riesgo.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

En este momento está todo poblado a sus alrededores, allí soportaron los embates del huracán Odile que los dejó sin techo pero con las paredes de pie, la tormenta tropical Lydia de la cual se dice hubo muchas desapariciones, la autoridad solo declaró como fallecidas a aquellas personas cuyos cuerpos fueron localizados, los grandes torrentes de agua pasaron por los alrededores de la casa de madera, pero por suerte no dañaron la estructura ni la integridad física de los ocupantes, sin embargo, la lluvia inundó el interior del hogar y afectó sus pocas pertenencias.

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En la actualidad tiene ya casi dos años que la dejó su pareja, con el pretexto de que cuidaría a su padre que está enfermo, solo le envía de vez en cuando algún dinero para sus hijas, "sin embargo, conmigo no quiere hablar, no sé por qué, quizá ya no quiere ni volver a escucharme", concluye.

Los Cabos, BCS.- Cansada y con mucha hambre, María del Carmen Dorantes llega a su hogar ubicado en terrenos invadidos y sin servicios públicos, conocidos como "Caribe bajo", en el municipio de Los Cabos, Baja California Sur, zona considerada como de alto riesgo ya que cerca de su vivienda corre un arroyo que durante temporada ciclónica recibe importantes descargas de agua que se dirigen al mar y suelen arrasar con todo lo que encuentran a su paso.

Con voz entrecortada y lágrimas que se asoman en sus ojos, comenta tener una situación económica muy precaria, forjando a sus hijas como padre y madre. Irlanda y Natalia (de 15 y 14 años) son estudiantes de secundaria y preparatoria, para lo cual tuvo que sacar a crédito un teléfono celular para que pudieran continuar con sus estudios en línea, aunque reconoció que es difícil para ellas, ya que como mamá no puede ayudarlas; una porque estudió solo hasta la primaria y la otra es porque tiene que levantarse desde las 4 de la mañana para que le alcance el tiempo para llegar puntual a su trabajo (7:00 am), porque por esa zona no hay transporte público.

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Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

Su jornada laboral le permite retornar a su casa a las 19:00 horas, esfuerzo que realiza de lunes a sábado para poder obtener el sustento económico y el cual viene desempeñando desde hace como tres meses en este nuevo empleo.

La obra en la que se desempeña consiste en limpiar las áreas que le asignan. Ella barre, sacude, saca el escombro, desmancha el piso, limpia vidrios, puertas y paredes por un salario semanal de 1000 pesos, dinero que debe estirar para que le alcance; distribuye 700 pesos en alimentos para poder comer una semana, compra lo básico (frijol, arroz, puré, sopas, azúcar, aceite y hace cálculos para poder llevar carne de res o pollo, sino compra carne de puerco que es más barata. El resto es para las recargas al celular de sus hijas para que cumplan con sus clases en línea, deja un ahorro para el pago de la luz que es por lo regular de 300 pesos cada mes, cobro que le parece elevado ya que solo cuenta con tres focos, un refrigerador, la televisión pequeña y dos abanicos; el gas le cuesta casi los 700 pesos y lo adquiere por lo menos cada 6 meses, sin contar lo que gasta en ropa para sus hijas que la saca a crédito y la va pagando en mensualidades.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

El día de la entrevista, doña María del Carmen llegó a alrededor de las 19:20 horas y en su rostro podía verse el cansancio que la agobia, ya que con esfuerzo logra levantar sus pies y coloca las sillas, enseguida ocupa ella un lugar al lado de la mesa y se escucha su respiración acelerada, antes de decir que le pone ganas a la vida, sin perder el ánimo, por el hecho de llegar a casita y ver a sus hijas que ama, quienes son su razón de vida y le "inyectan" las ganas de seguir adelante.

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Tras descansar un rato se dispuso a preparar la cena, pero primero fue a comprar a la tienda de la esquina tomate que le costó 30 pesos, un kilo de tortilla 20 pesos, en total gastó 50 pesos y como solo llevaba esa cantidad no le alcanzo para el queso, el cual iba a ser agregado a los chilaquiles parar estuvieran más sabrosos, sin embargo, también les puso ajo, cebolla y epazote.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

Durante los días del confinamiento y la caída de la economía a causa de la pandemia, doña María del Carmen dijo que pudo alimentarse gracias a las despensas que distribuyeron elementos de la marina. En los paquetes había productos de la canasta básica: arroz, frijol, atún, azúcar, lentejas, harina, maseca y aceite, así como algunos enseres de limpieza para el hogar y para el aseo personal como cloro, pinol, jabón en polvo, jabón de baño y papel sanitario, ello gracias a las acciones de altruismos que están desarrollando en conjunto empresarios, fundaciones y asociaciones civiles de Los Cabos.

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Doña María del Carmen, de 47 años de edad, procedente del estado de Guerrero, llegó a Los Cabos hace 17 años, aquí conoció al padre de sus dos hijas, fueron fincando su vivienda con pedazos de madera que se encontraban por allí tirados, levantando su patrimonio en una zona catalogada por Protección Civil Estatal y Municipal como de alto riesgo.

Foto: Verónica González | El Sudcaliforniano

En este momento está todo poblado a sus alrededores, allí soportaron los embates del huracán Odile que los dejó sin techo pero con las paredes de pie, la tormenta tropical Lydia de la cual se dice hubo muchas desapariciones, la autoridad solo declaró como fallecidas a aquellas personas cuyos cuerpos fueron localizados, los grandes torrentes de agua pasaron por los alrededores de la casa de madera, pero por suerte no dañaron la estructura ni la integridad física de los ocupantes, sin embargo, la lluvia inundó el interior del hogar y afectó sus pocas pertenencias.

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En la actualidad tiene ya casi dos años que la dejó su pareja, con el pretexto de que cuidaría a su padre que está enfermo, solo le envía de vez en cuando algún dinero para sus hijas, "sin embargo, conmigo no quiere hablar, no sé por qué, quizá ya no quiere ni volver a escucharme", concluye.

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